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Virginia G. Dorta: Variaciones en torno a la barra

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Edward Hopper-Nighthawks



Quimera

Se acerca a la barra y pide un vaso de sifón.

Entre las burbujas, cree ver todo un mundo.

En una, un bosque; en otra, un barco velero; en la más grande, un trozo del Amazonas y en aquélla que acaba de brotar, un friso del altar de Pérgamo.

Cuando las burbujas se acaban, vuelve a la oficina, ya no le hará falta irse de vacaciones.



Arrebato


Se acerca a la barra, toma un par de servilletas y se frota los labios con vehemencia, acaba de pelearse con el novio y no quiere ni rastro de sus besos. Para su asombro el papel tiene trozos de lengua y algunos dientes.

Es lo que tiene la pasión, nos despedaza sin darnos cuenta.



Apariencias


Se acerca a la barra donde una anciana lee el periódico. Ella lo mira y lo identifica, a pesar de la gorra, el bigote postizo y la bufanda. La mujer se aleja y él, impávido, recoge el periódico y sigue leyendo sobre el atraco. Más allá, la anciana logra quitarse la peluca, el pañuelo anudado al cuello y las gafas oscuras. Se han reconocido, pero ninguno sabe cuál de ellos mató al cajero y se llevó el botín.



Lance



Se acerca a la barra y una tía, insinuante, lo mira. Él le enseña la lengua, retador. Un momento después, sobre el mostrador, sangra un trozo de lengua y una muesca más queda grabada en el mango del cuchillo.



Nocturno


Se acerca a la barra, temblando de emoción. Allí está ella, no ha faltado a la cita. Tacón de agujas, medias con costuras, un traje negro bien curvo, el pelo en una trenza que ya sueña en deshacer.

La noche da para mucho y la barra también. Le servirá con afán, por si el novio tampoco aparece hoy.



Bambalinas


Se acerca a la barra, la noche es gélida y el frío le camina por las venas. Se tomará un par de whiskys, se quitará el abrigo y podrá comenzar su número diario, el del borracho que entra con frío en un bar y pide una copa.




Retorno



Se acerca a la barra, en el espejo detrás de las botellas se adivina su cara macilenta. Sin mirarlo, el camarero espanta una mosca y pasa el paño, el mismo gesto que ya hacía cuando venía a tomar el café cada mañana. Hace tanto, tanto.



Otredad


Se acerca a la barra. Antes de llegar, resbala en el suelo húmedo. Se ve reflejado en los cristales del techo. Y se admira de verse así, en posición horizontal, sin haber tomado tan siquiera una copa.



Hobby


Se acerca a la barra en medio de un jolgorio casi de fin de año. Allí está él, de animada charla con los de siempre. Del bolso saca un atadijo y se lo deja sobre el vaso de whisky. El hombre la mira, ni siquiera la reconoce.

Harta de las conversaciones eternas sobre deporte, le ha dejado el bien más preciado: su colección de autógrafos de futbolistas famosos.



Simulacro


Se acerca a la barra, dispuesta a empezar el fin de semana sin beber ni una gota. Una detrás de otra van cayendo al platillo las pipas de aceitunas y las cáscaras de los cacahuetes, la piel de las gambas, los palillos de las croquetas…

Ya aplacará su sed cuando llegue a casa, donde nadie la vea.



Presagio



Se acerca a la barra. Tiene prisa, la esperan para una reunión importante. Pide un zumo y un cruasán. El zumo tiene una pequeña semilla y por el cruasán se pasea una hormiga.

Se lo toma como un mal augurio, mejor vuelve a la ginebra.



Compañerismo


Se acerca a la barra, allí están los amigos de siempre, los de las penas y las confidencias junto a la botella, durante horas y horas. Pero hoy no, hoy no les contará nada triste. Al fin lo han contratado y su primer trabajo será de seguritas en el bar de la plaza: tendrá que encargarse de los pesados que aguantan hasta la salida del sol.


Apariencia


Se acerca a la barra y el camarero lo ignora. Una y otra vez lo llama, y otra y otra. Sólo quiere un sándwich mixto y un café con leche. Lástima, hoy sí trae dinero.



***

Virginia G. Dorta, enseña, lee, escribe, camina, hace fotos, le cautiva el arte. En su bitácora cuelga los resultados de estas sus aficiones.

Algunos de sus relatos cortos han sido publicados en diferentes medios digitales y sobre papel, así como en el Proyecto Tradabordo de la Universidad de Poitiers.

Recientemente ha publicado el libro “Paisaje de infancia y viento”. 

Microrrelatos de Ginés Cutillas

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"El azar de las estrellas"- Juan Carlos Mestre




Ahora que nuestros nombres se escriben en piedra


¡Qué raro que me llame Federico!


Lorca


Hasta los once años me llamé Federico, a pesar de que a mis padres no les convencía mucho el nombre. No está formado, decían. Cuando se le escriba en la cara, le pondremos uno más afín. Y así fue: a los doce, con el cambio de voz, decidieron que Federico ya no correspondía con mi talante, que el mejor nombre que me podía ir para la adolescencia recién estrenada era el de Francisco, Paco para los amigos. Este nombre me duró justo hasta la noche de bodas, cuando en pleno éxtasis, mi mujer me llamó Carlos. «Me casé con Paco y me desvirgó Carlos», era la típica broma que solía hacer a los conocidos.

Desde entonces, he cambiado de nombre en cuatro ocasiones más. A veces incluso solapando épocas: en la oficina y en el gimnasio me sentía Luis, pero el cuerpo me pedía ser Raúl para echarme los faroles en la partida de póquer de los jueves.

Mis amigos, los de toda la vida, se confundían. Para no marearlos demasiado y evitar malentendidos, consentí en colgarme al cuello una medalla bien visible con el nombre vigente grabado. Aun así les costaba, decían que no era normal, que ellos habían nacido con uno y que el mismo les habría de durar toda la vida. Yo les decía que habían tenido suerte, que sus rostros se habían amoldado a sus nombres, que los habían aceptado. Para tranquilizarlos les decía que algún día, todos nos llamaríamos igual.




Asuntos de familia



Siempre que saco la basura aprovecho para fumarme un cigarrillo a escondidas. A mi mujer no le gusta que lo haga delante de los niños.

A través del gran ventanal que da al jardín de la urbanización, amparado en la oscuridad, contemplo la entrañable escena de mi familia mientras prepara la mesa para la cena, lo que me hace disfrutar aún más de las caladas furtivas.

Hace unos meses estaba fuera fumando cuando, sin saber muy bien a qué venía aquello, vi a mi mujer coger el cuchillo de trinchar pavos, y primero a uno de nuestros hijos y más tarde al otro, los enganchó por detrás sin previo aviso y los degolló allí mismo, en la cocina. Cuando quise reaccionar ya era demasiado tarde para hacer nada, así que me quedé petrificado rodeado de cubos de basura apurando el pitillo y esperando a ver qué hacía después de aquella atrocidad. Como si ya lo tuviera planeado, envolvió a los niños en plásticos y los metió en la parte baja de uno de los armarios. A continuación, limpió rauda la sangre del suelo.

Yo, sin saber qué hacer, le di tiempo para que recogiera todo antes de regresar. Ella sirvió la sopa con total naturalidad.

Fue la última vez que cenamos con cuatro cubiertos sobre la mesa. Nunca más hemos vuelto a hablar de los niños a pesar de que el infecto olor de la descomposición lo ha llenado todo desde entonces.

Mi mujer sabe que fumo cuando tiro la basura. Nunca me dice nada.




Los cantones de mi casa


Mis padres no se entienden: mi padre habla chino y mi madre habla sueco. Nos dimos cuenta mi hermana y yo esta mañana en el desayuno, cuando ninguno de los dos comprendíamos lo que estaban diciendo. Laura se dirigió a mí en suajili, nuestra lengua secreta, para hacerme partícipe de esta observación. Yo no tardé en comentárselo a mi madre en francés, la lengua que uso exclusivamente con ella porque sé que nadie más nos entiende, ganándome ipso facto una patada por debajo de la mesa de mi hermana. Acto seguido, creo, se ha chivado a mi padre en alemán, a sabiendas de que mi madre y yo sabemos decir guten morgen y poco más.

Al llegar al colegio les he contado todo esto a mis amigos en arameo –el idioma oficial del patio–, y también que anoche pillé a mi madre en el rellano susurrando polaco con el vecino a espaldas de mi padre. Dicen que esto no pinta bien.




Cupido


Los cinco divorciados lo sorprenden defecando y lo rodean para impedir que huya otra vez. Él, aterrado, avergonzado por la situación, no acierta a mostrar resistencia. Los hombres, entre risas, untan sus heces en el ridículo trapo que lleva para taparse las partes púdicas y se lo meten en la boca. A continuación, sacan una por una las flechas del carcaj y se las van clavando en zonas de su cuerpo no vitales: las dos primeras le clavan los pies al suelo, otra atraviesa el brazo derecho, otra el izquierdo; una flecha cruza de lado a lado los músculos de la pierna derecha, otra los de la izquierda; una más le atraviesa las mejillas, dos más pasan por debajo de las clavículas... Ajeno a su edad, llora como un niño: sabe que esta vez será la definitiva. El hombre más flaco le rocía las alas con gasolina, el de las gafas le aplica una cerilla. Ahora sí que grita, y parte de las heces le resbalan por la barbilla. Es el hombre más grande –quizá por pena, quizá por asco– quien se apiada de él y, cogiendo el arco con presteza en mitad del furor de la escena, le revienta la cabeza de un certero saetazo. El cuerpo sin vida se cimbrea hacia delante, sin derrumbarse. El crepitar de las alas y el olor inmundo que desprenden lo envuelve todo. Cuando dejan de jadear como perros de presa, el pelirrojo intenta justificar la barbarie que acaban de cometer alegando en voz baja que así no lo volverá a hacer. Los otros, sin aguantarle la mirada, le dan la razón.


***

Ginés S. Cutillas (Valencia, 1973)

Ingeniero informático por la Universidad Politécnica de Valencia y licenciado en Documentación por la Universidad de Granada. Autor de La biblioteca de la vida (Fundación Drac, 2007), Un koala en el armario (Cuadernos del Vigía, 2010), La sociedad del duelo (Editorial Base, 2013) y Los sempiternos (Editorial Base, 2015). Su obra ha aparecido también en varías antologías de relatos y microrrelatos, como Ficción sur (Traspiés, 2008), A contrarreloj II(Hipálage, 2008), Por favor, sea breve 2 (Páginas de espuma, 2009),Sólo cuento II (UNAM, 2010), Velas al viento (Cuadernos del vigía, 2010), Mar de pirañas (Menoscuarto, 2012) o Antología del microrrelato español (1906-2011) (Cátedra, 2012). Miembro del equipo de redacción de Quimera. Revista de Literatura
 
 
 

Raquel Vázquez: Poemas mínimos

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Robert & Shana Parkeharrison



PROMESA PARA HORAS OSCURAS



Desplegaré los brazos,

rezumaré un par de alas tratando de salvarte,

y si esto fuera imposible,

tan sólo

tendería mi mano para caer contigo.



FLOR DE MÁRMOL

[ Arnulf Rainer ]


Con sus hojas de máscara de hielo

blanca como la muerte


que chapotea en el lienzo del mundo


no habrá retorno ni viaje ni huida.


Apenas la constatación del frío


como guarida eterna


del choque artificial de nuestros cuerpos.




ARMONÍA NATURAL


Lloran los árboles

cuando se ven desnudos

frente al invierno.



SUMMER SUNSET



Veintiséis grados,

mar.


El cielo es una goma que se derrite y sangra.


Lejos

pero en algún lugar la nieve existe.


También contigo me aferro a esa nieve.


Y el sol se pone y no

se lleva esta esperanza.



***

 
 
 
Raquel Vázquez (Lugo, 1990) es licenciada en Filología Hispánica. Ha publicado los poemarios Si el neón no basta (2015), Lied de lluvia para una piel ausente (2014, Premio de Poesía Granajoven), Luna turbia (2013, Premio de Poesía Joven Gloria Fuertes), Pinacoteca de los sueños rotos (2012) y Por el envés del tiempo (2011, Premio Poeta Juan Calderón Matador). Próximamente saldrá publicado su primer libro de cuentos, La ocarina del tiempo, en la editorial Trifolium. Fue residente de la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores durante el curso 2014/15, donde abordó la escritura de su primera novela. Coadministra el blog de microformas literarias Documenta minima. 
 

MANUAL DE PRESTIDIGITAÇÃO: MÁRIO CESARINY DE VASCONCELOS

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Mário Cesariny de Vasconcelos



El Arte de inventar personajes



Nos ponemos en pié con los brazos muy abiertos con los ojos clavados en la linea del horizonte.

Después, los llamamos dulcemente por sus nombres y los personajes aparecen.


Escena final del tercer acto


De una esquina a otra esquina

después, los breves parques floridos

de cuando la ciudad era pequeñita


después, las grandes rocas violentas

la luna el mar eterno el muelle.



Ars Magna



Debo tener pasillos por donde nadie pase

debo tener un mar propio y ojos rutilantes

debo saber de memoria sobre el cetro y la espada

debo estar siempre listo para ser rey y combatir

debo tener conquistas propias incluyendo los viajes

al enorme azar.

tener de un pájaro el esqueleto de una isla, el bosque

de tu pecho o el animal que inanimado canta

debo ser Julio Cesar o Cleopatra, la fuerza del Dniéper

y el carmín de los ojos del Rey Don Dinis

debo separar bien la alegría de las lágrimas

hacer que desaparezca y aparezca

un día sí y un día no.



Arte de inventar os personagens


Pomo-nos de pé, com os braços muito abertos e olhos fitos na linha do horizonte.

Depois chamamo-los docemente pelos seus nombres e os personagens aparecem.



Cena para o final de un terceiro acto



Uma esquina outra esquina

depois os breves canteiros floridos

de quando a ciudad era pequeninha



depois os longos rochedos brutais

la lua o mar eterno o cais



Ars Magna


Devo ter corredores por onde ningém passe

devo ter um mar própio e olhos cintilantes

devo saber de cor o cetro y la espada

devo estar sempre pronto para ser rei e lutar

devo ter descubertas privativas implicando viagens

ao grande imprevisto

de un pássaro as ossadas de uma ilha a floresta do

teu peito o animal que inanimado canta

devo ser Júlio César e Cleópatra a força do Dniepper

e eo carmin dos olhos de EL-Rei D. Dinis

devo separar bem a alegria das lágrimas

fazer desaparecer e fazer que apareça

dia sim dia não


*** 









Mário Cesariny de Vasconcelos, nació y murió en Lisboa (1926 - 2006)

Poeta, pintor y músico frustrado. Es considerado el principal exponente del Surrealismo Portugués. Su trabajo de promotor y compilador del movimiento portugués fue notable. Experimentador de la forma incursiona en lo cotidiano a partir de su lucidez onírica.

Los textos que se presentan en Brevilla, corresponden a libro Manual de Prestidigitação, publicado en 1956 donde incluye textos escritos desde 1949. 
 


Bibliografía mínima:

Pena Capital, 1957

Poesia, 1944 - 1955

Planisfério e Outros Poemas, 1961

A alma e o mundo, 1997

Obtuvo el premio Grande Prémio Vida Literária APE/CGD 2005 (Premio por el conjunto de su obra).


Traducción de Sergio Astorga


Microrrelatos de Rubén Pesquera Roa

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Rufino Tamayo



Ligera de equipaje


Desde que era pequeña mostró esas tendencias, siempre se ngó a usar gorra, aun bajo el sol más ardiente. Al poco tiempo usó zapatos por última vez y no salía a la calle sino descalza y en ropa interior. Cualquier tipo de joyería, adorno corporal o accesorio le repugnaba. A los quince años se escapó a una colonia nudista donde causó cierto escándalo al depilarse por completo —cabellera y vello púbico incluso— y por extirparse todas sus pestañas y hasta la última de las uñas. A diario dedicaba un par de horas a tallarse con estropajo y piedra pómez.

La vi hace un par de días, era un cuerpo cubierto por sólo una marcada masa de músculo de entre cuyas estrías —aquí y allá— escurrían minúsculas gotas de sangre. Iba a dirigirle la palabra, mas se sacó el corazón de entre el pericardio fibroso y lo miró con apuro para acto seguido regresarlo —coronarias y venas también— a su lugar. Supuse que iba con retraso y dejé que se fuera.



Suceso

Hace dos meses, la Luna se cayó del cielo y se hizo añicos. Acabo de ir al sitio del impacto, ya cuando el ejército ha levantado el cerco. No hay mucho que ver, sólo quedan los cachitos más pequeños y mucho polvo, pero pude adquirir un trozo de regular tamaño con uno de los vendedores de baratijas que pululan en el lugar. Lo he comprado como por inercia y quizá fui víctima de la mercadotecnia: no entiendo mucho por qué, si desde aquí abajo parecía de plata, sus restos no son sino de un gris parduzco más bien oscuro. En fin...



Medias de seda

Llegó a Perisur desde temprano. Ha pasado horas mirando escaparates, como cada sábado antes de regresar a casa para una noche de sexo culpable. La plaza está llena de hombres que hacen lo mismo, excepto algunos que caminan en parejas o que, solos, buscan un obsequio para su amado. ¡Cómo los envidia!, él intentó hacerlo dos veces, una cuando adolescente y otra un par de años atrás. No funcionó.

Compra un juego de medias negras de lycra y otro de nylon invisible, al tiempo que se pregunta por qué las anuncian como medias de seda.

Era muy pequeño, por eso no las recuerda, pero ha ido al museo, ahí las exhiben embalsamadas, muchas en ropa interior, con medias y ligueros. Pero están muertas, la nube áurea las mató a todas.

Toma el metro y regresa a su cama donde, entre catálogos de lencería y una centena de medias de seda, se masturba tres o cuatro veces. Después se emborracha.



La lagartija de plata


La soberana quiso que le forjaran la más preciosa de las joyas: una lagartija de plata. No sólo eso, ordenó que le imbricaran alma de platino y espíritu áureo decolorado con paladio.
Durante décadas, los alquimistas del país lucharon por incorporar la mayor cantidad de materia en cuanto recoveco de manifestación probabilística electrónica encontraron disponible. Luego, y en atención a un nuevo capricho, apretujaron, en las regiones intersticiales de los ojos de esmeralda, una pléyade de rubíes y zafiros en matriz de buckminsterfullereno.

Cuando se presentó la quimera argentina, venía dentro de un cofre de martensita y plomo, barnizado con neutronium. La Reina levantó la tapa y tomó el pequeño objeto que flotaba sobre aquella solución de deuterio en superfluido gaseoso. El salón del trono emanaba sutilísimos efluvios con aroma a desintegración beta, rayos gamma y vapor de tritio.

Después, todo fue llanto cósmico y crujir de quarks.



Pesadilla en Idrighreb



Tienen serpientes en lugar de brazos.

Las venas del cuello se les hinchan

también como serpientes para asfixiarlos.

Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos ~ Jaime Sabines



Hoy hace un año que quemó a las brujas, y regresa al lugar del holocausto. El erial se ha poblado de rosales silvestres —uno por cada condenada— y están a reventar de escaramujos. El inquisidor Sosa González se arrastra hasta donde ardió Lida y comienza a devorar los frutos en un frenesí que no puede controlar, mientras que las espinas le flagelan las carnes y el alma.

Al anochecer busca refugio junto a una roca, y sueña que sus brazos se convierten en serpientes y que las venas del cuello se le hinchan y también son serpientes. Lo visitan imágenes de los gritos de espanto tatuados en el humo de las piras sacrificiales.

De madrugada le llega un olor a tierra recién nacida, a mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas, a arroyos de agua tierna y a cocinas.

Se quiere morir, no puede. Se aleja dando tumbos y suplicando misericordia, deja un rastro de sangre y lo persiguen las últimas palabras de la hechicera: «Nunca dejarás de desear, ni después de muerto, mis sagradas formas».



Crimen perfecto

Lo consumía el prurito de contárselo a alguien, aunque sabía que eso sería su perdición. El viernes, en la tertulia, explotó como una bomba. Contó todo, sin que faltara un solo detalle: motivos, oportunidad y medios, cómo se había salido con la suya y por qué nadie sospechaba de él. Sus amigos se desternillaban de risa al oírlo jurar y perjurar su culpabilidad. Cuando vio que no tenía forma de probar que él era el asesino, entendió, horrorizado, que había cometido el crimen perfecto.



El testamento de Peeping Tom

—Sí, señor..., soy yo y no, no me quedé ciego, ¡puros cuentos! Se me concedió la visión más hermosa que mortal alguno gozara, vi a Lady Godiva cuando su famosa cabalgata.

—Mercado de Coventry, 31 de mayo de 1043: No menos de tres mil personas asistieron, dispuestas a mantener la cabeza baja y los ojos cerrados mientras su heroína montaba desnuda tan brioso corcel. El único que se atrevió a mirar fui yo, y no me arrepiento, tenía trece años y era aprendiz de sastre. Juré nunca decirle a nadie, pero ya no importa. Por eso, Padre, ésta es la primera vez que confieso mis pecados.

—Ella me guiñó el ojo, y hoy traigo a la tumba el recuerdo fulgurante de aquella diosa de esplendor: lucía el más elegante de sus vestidos, de finísimo tisú, toda engalanada con sus joyas y los guantes de cabritilla acariciando la brida.



***


Rubén Pesquera Roa (México, DF), estudió biología en la Universidad Nacional Autónoma de México. Dice que no es escritor: escribe, sobre todo relatos mínimos. Tiene también algo de poesía, aforismos y otros cuentos. Ha sido coordinador del taller de minificción en La Marina de Ficticia (ciudad virtual de cuentos e historias), y un día al mes colabora en la revisión de textos de sus conciudadanos. En la vida real hace otras cosas: cultiva hongos y mantiene un vivero. 
 
 

 


 

Microrrelatos de Atilano Sevillano

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Wassily Kandinsky




CREACIÓN

Para el séptimo día ya había terminado todo lo que se propuso. Comprobó que el guión que había escrito a lo largo de la semana era bastante aceptable. Sus personajes ya habían improvisado algunas escenas y se habían realizado algunas tomas. Por todo ello decidió tomarse un breve descanso. Al octavo día: luces, cámara…¡acción¡, ¡cooorteeen¡ gritó el Creador. El estreno resultó todo un taquillazo.


DESENCUENTROS

Adán perseguía a Eva por el jardín edénico, peo no le dio alcance. Se encontraba posando para otro cuadro.

Caín perseguía a su hermano Abel por el páramo , pero no le dio alcance. Se encontraba protagonizado otra película.


PENÉLOPE

La achacosa y vanidosa Penélope de cabellos canos (no en vano habían transcurrido muchos y muchos años desde la partida), oculta tras unos cortinajes, sonreía con malévola sonrisa y se frotaba las manos apergaminadas antes de sucumbir en su fuero interno a sus fornidos pretendientes.


RELATO (DE)CONSTRUIDO

.Carta de amor incriminante escrita por prostituta a su amante.

.Pistola. Prueba incriminatoria de asesinato.

.Loción para después del afeitado confiscada.

.Libro de tarot abierto por la lección nueve de sánscrito, encontrado en la mesita de noche también confiscado.

.Fotografías del estado en que se encontró el fiambre tras ser arrojado desde el noveno piso como evidencia.

.Falso carnet de identificación policial usado por el proxeneta.

.Media de seda utilizada por el psicólogo en el interrogatorio policial.

.Desaparecida “pata de cabra”, herramienta utilizada para forzar la entrada.


CENICIENTA

Miss, mademoiselle, fräulein, signorina, señorita no se pierda la oportunidad de su vida. Por sólo doscientos cincuenta euros pruébese el anillo encantado . Si le sienta como un guante envíe inmediatamente la palabra “Cenicienta” al 666 y, al instante el príncipe le mandará la limusina con su chofer. Pero no fue así, en su lugar apareció un vehículo con el rótulo “Taxi gratis”. El hecho provocó en la destinataria una cierta inquietud, la desconfianza naïf del crédulo.


FANTASMAS DE LUZ

Cuando cerré los ojos me dije: ¿ a quién pertenece ese rostro en primer plano y esos ojos que atraviesan la pantalla? Ésta se funde en negro y al instante un desconocido la ocupa sentado en un sillón orejudo de cuero. Se oye el sonido del agua de la ducha sobre un cuerpo. Frente al espejo la imagen del desconocido con un cigarrillo en la mano. La voz en off dice que la acompañará al tren.

Ahora llena la pantalla el autor escribiendo en un cuarto en penumbra. Luego, casi sin transición, me veo deslizándome por la avenida de los cines. Después me dormí del todo.


CARTOGRAFÍA

Mohamed Al-Nadir anda enfrascado en dibujar un mapamundi que no es en rigor un mapamundi sino apenas un bosquejo del deserto que envuelve su pequeña aldea. Lo primero que llama la atención en el mapa de Al-Nadir es el complejo entramado de ríos y montañas que lo cruzan como tela de araña. Menos llamativo debería resultar, sin embargo, el hecho de que el mapa tuviese forma de corazón.


AMOR VERTEBRADO

Amaba a su mujer por encima de todas las cosas. Era, sin duda, la columna vertebral de su vida. Llegó el día en que ella murió. Al día siguiente de la incineración lo encontraron tetrapléjico en la cama.


EPITAFIO II

El que aquí yace no se repuso nunca de la primera impresión. Se le infectaron unos puntos suspensivos. La familia hizo todo lo imposible, pero no hubo manera de salvarle. Lo enterraron con una nota a pie de página.

*

En: Atilano Sevillano: Lady Ofelia y otros microrrelatos, Salamanca, Amarante, 2015.



Atilano Sevillano nació en Argusino de Sayago (Zamora), España, el año 1954. Creció y realizó estudios en la ciudad del Tormes. Tras década y media en Barcelona, desde 1994 reside en Valladolid. Doctor en Filología Hispánica y Lcdo. en Teoría de la literatura y Literatura comparada, ha ejercido su actividad docente como profesor de Lengua y Literatura en Enseñanza Secundaria. En la actualidad sigue escribiendo e imparte talleres de escritura creativa y cultiva la poesía visual.

Es coautor del libro de texto Literatura española y universal (McGraw-Hill/internacional, Madrid, 1999). Tiene publicados dos poemarios: Presencia indebida (Devenir, Madrid,1999) que lleva prólogo del poeta Claudio Rodríguez y Hojas volanderas-haikus (Celya, Salamanca, 2008). Con De los derroteros de la palabra(Celya, Salamanca, 2010) el autor se interna en el mundo de la minificción. Acaba de publicar Lady Ofelia y otros microrrelatos (Amarante, Salamanca, 2015). Algunos de cuyos textos han aparecido en diversas revistas españolas e hispanoamericanas.

Correo electrónico: asevillano.ber@gmail.com 
 
 

Microrrelatos de Carmen de la Rosa

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Convivencia


Aquella tarde papá regresó a su tumba entristecido.

Al día siguiente depositamos bajo su lápida un ramo de gardenias, sus flores favoritas, y le pedimos perdón en voz alta.

Aquella noche fingimos asustarnos cuando apareció, fosforescente, flotando en la oscuridad del pasillo. Mamá volvió a dormir en su lado de la cama de matrimonio y papá, en el suyo. Colgamos de nuevo sus camisas en el armario y nadie, sino él, ha vuelto a sentarse en su silla a la hora del almuerzo.

Desde entonces papá solo regresa a su tumba muy de vez en cuando, casi toda su muerte la pasa en casa, con nosotros.



Hibridación

En junio, mientras regaba las petunias, aterrizó un ángel en el jardín. Aunque mis padres me habían advertido contra ellos, a mí no me pareció tan fiero, y como hacía calor, lo invité a refrescarse en el jacuzzi. Él plegó sus alas, se despojó de la túnica y me tendió su mano. Nos bañamos juntos hasta que cayó la tarde.

Una madrugada de agosto, desperté y puse un huevo sobre la colcha de mi cama. Luego salí al jardín y lo escondí entre el seto de lavanda. Ahora lo incubo por las noches, mientras mis padres duermen.



Niña sola

Cuando los payasos abandonaron su fiesta de cumpleaños, los niños alquilados para la ocasión volvieron a sus hogares, sus padres partieron de vacaciones en el Queen Mary y la institutriz se retiró a su alcoba en el ala norte de la mansión, la niña sola eligió de entre una montaña de paquetes envueltos en papel de regalo y lazos rosa, un libro de cuentos de hadas y una caja de bombones de cinco kilos.

Leyó toda la noche a la luz de la lámpara de su mesilla mientras se zampaba, uno a uno, todos los bombones, hasta que empezó a subirle la fiebre y se le disparó la acetona. Osciló entre la vida y la muerte cinco días con sus noches.

Aquel fue su primer intento de suicidio.



Muñecas de mamá



Vestidas de rosa, nuestras trenzas bien tirantes, mi hermana y yo tocamos el violín cada domingo en el salón delante de las visitas. Atentas a no desafinar porque entonces mamá enarca sus cejas y nuestros dedos tiemblan, presintiendo otra tarde de encierro en el cuarto oscuro. Después agradecemos los aplausos con reverencias y soportamos los besos de carmín pringoso de las señoras melómanas. Nos retiramos en silencio a nuestra habitación, hacemos los deberes del lunes, nos aburrimos, escribimos otra vez la palabra auxilio en el vaho que empaña los cristales de la ventana. Y cuando cae la noche, arrodilladas junto a nuestras camas, rezamos en voz baja, para que a mamá se la lleve pronto Dios al cielo junto con los abuelitos.


***


Carmen de la Rosa

Santa Cruz de Tenerife, 1964. Escritora y médica rehabilitadora.

Sus relatos y microrrelatos están editados en el libro de relatos colectivo: “Entre humo y cuentos”(2000), el libro de relatos “Todo vuela” (2007), el libro de relatos y microrrelatos ilustrados por Irene León “Acordeón” (2015), las antologías “Somos Solidarios” (2013) y “99 crímenes cotidianos” (2015) la revista Fahrenheit XXI, los blogs Antología Mundial de Minificción, Químicamente Impuro, La cazadora de relatos, Máquina de coser palabras y Lectures d´ailleurs.

Ganó el I concurso de relatos breves “Mujeres” del Ayuntamiento de Santa Cruz y el I concurso de microrrelatos CFE, 2º premio del concurso de relatos breves “Emplea la Ciencia” de la UNED. Finalista del I concurso de literatura personal Contradiction, del III concurso de relatos breves Faes Farma, del II concurso Eñe de Literatura Móvil y del III Concurso Internacional de Microrrelatos Museo de la Palabra.
 
 

Microrrelatos de Navidad

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La cena navideña y su circunstancia

Sergio Astorga (México-Portugal)

Las copas cintilaban en sus inmaculados cristales. Los cubiertos de plata de ley bien dispuestos a un lado de la vajilla contrastaban con las servilletas deshiladas formando flores de noche buena. Los vinos. los fruteros y las veladoras rojas daban la sensación de una íntima algarabía por venir.

El gran reloj de pared marcaba diez minutos para las once de la noche. Todos estaba en su sitio. Sólo faltaban las personas, esas de buena voluntad. Se atesora la esperanza de que algún día llegarán.


Esferas navideñas

Fueron llegando desde el dos de diciembre. Primero fueron las verdes. Cuatro cajas de doce esferas cada una, de inmediato sacamos el árbol de su caja y muy contentos colocamos las esferas. Mamá nos regañó. Primero las luces, nos dijo. Juana y yo las pusimos rápidamente. Nos gustaba nuestro verde con verde. Después llegaron las esferas azules. Las colocamos sin esfuerzo. Las amarillas las pusimos ya con dificultad, nuestro árbol es pequeño. Ya no teníamos esperanzas de tener rojas pero llegaron el cinco de diciembre. Las colocamos en los huecos que quedaban. Satisfechos mirábamos y mirábamos nuestro pequeño y repleto árbol de navidad.

Ya no sabemos qué hacer, siguen llegando esferas y esferas de todos los colores imaginables, todas redondas y del mismo tamaño. En el árbol ya no cabía una esfera más, así que las fuimos colocando a su alrededor. Fue inevitable cubrirlo, ya no lo vemos pero sabemos que está ahí detrás de todas las esferas. Hemos tenido que hacer algunos cambios. Las esferas seguían llegando. Así que llenamos la sala de estar y el comedor. Ahora dormimos al final del pasillo. Por fortuna no hemos partido ninguna. Mamá dice que partirlas es de mala suerte. Lo que nos preocupa en realidad es que ya no tenemos paso a la cocina.

*


El final de la infancia

Ginés Cutillas (España)

En el colegio lo tenían claro: los regalos de Navidad eran cosa de los padres. Pablito decía que no, que en su casa era Papá Noel quien traía los regalos en Nochebuena. Estaba tan seguro que los apostó todos con los amigos.

Aquella noche, agazapado tras el árbol, esperó con la pistola de su padre entre las manos a que apareciera un año más el hombre de rojo. Sonreía mientras imaginaba la cara de sus compañeros al día siguiente delante de los calcetines vacíos.


Los cazadores


Como manda la tradición, entran por el balcón tras comprobar que los padres están ya dormidos y se despliegan por el salón a toda velocidad. Mientras Gaspar coloca las cajas vacías con atractivos lazos rojos, Baltasar extiende la trampa y Melchor prepara el saco.

El niño ya los ha oído. 
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Inútil

Fernando De Gregorio (Chile)

El Viejo Pascuero se toma otra copa de coñac, sintiéndose inútil. Es noche buena, y todos los regalos ya fueron comprados por los padres.

Maquillaje


Santa, al igual que muchos pascueros en nochebuena, se pone su traje con relleno en la barriga, su barba postiza y colorete en las mejillas.

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Nochemala

Leonardo Dolengiewich (Argentina)

Entusiasmado y confundido por la lectura de La Odisea, el niño hace una libación en honor a Jesucristo. La realiza el 24 de diciembre, justo antes de la cena. Cegado por la exaltación que lo inunda, derrama todas las botellas de vino y de champagne que encuentra en la casa.


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Epifanía

Luciano Doti (Argentina)

Daniel no creía en eso de la Navidad. Para él todo era parte de un invento de la Iglesia para adaptar al cristianismo antiguas fiestas paganas. Y lo de Papá Noel o Santa, como se lo llamaba últimamente por la penetrante influencia cultural yanqui, un negocio de los comerciantes para incrementar sus ventas. Así que, Daniel aprovechaba esa fiesta para beber y comer, en ese orden de prioridad.

Cuando la familia se fue a dormir tras la celebración de ese año, él se quedó en el sillón del living, hacía ya un rato que dormía ahí y su mujer no quiso despertarlo.

En la madrugada, se le presentó un anciano de barba blanca y ropas de abrigo rojas. Sorprendido, decidió llamar a su familia para que lo vieran, pero se encontraba en un estado en que sus reacciones eran más lentas. En el momento que por fin pudo articular palabra, el visitante ya se había ido. Lo encontraron solo, balbuceando algo acerca de Papá Noel, visita, epifanía...

La mujer lo miró a él y luego recorrió con sus ojos cada una de las botellas vacías. Resignada, le dio la razón.



La muerte en Navidad

Esa tarde, Alfonso se preparó de manera especial. Se bañó y se puso sus mejores galas.

Ya en la noche, sentado a la mesa, comió el pavo relleno que había cocinado su esposa, acompañado por las deliciosas guarniciones y una cervecita bien fría. Luego, tal cual la tradición, bebió la sidra, con pan dulce y frutas secas.

Comenzó a sentirse extraño; el habla del resto de los comensales le llegaba como un murmullo. Entonces, se desplomó.

El resto es muy raro: un gordo barbudo.

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Pedido Navideño

Nélida González (Argentina)


Querido Papá Noel:

Soy Juan, crecí y sé quienes te representan. Durante todos estos años he recibido regalos muy costosos. Mis amigos sienten celos ya que no reciben los mismos obsequios. Pero no saben que yo deseo algo que a ellos les sobra. Mis padres me llenan de cosas materiales y se olvidan que lo que necesito es su cariño; un abrazo, compartir las tareas del colegio, cenar los tres juntos y mucho más. Mi pedido para esta Navidad es que le digas que me siento muy solo. Necesito que dejen de trabajar tanto y que compartan conmigo al menos un fin de semana al mes.

Muchas gracias.

Juan.


No me niegues

Olga salió de compras por la mañana. Los centros comerciales estaban abarrotados de gente, los regalos navideños no podían esperar. Apurada, mientras cargaba las bolsas en su auto no vio que se le acercaba una mujer. La misma le pidió por favor que la llevara a un centro médico, estaba a punto de dar a luz.

—¡Señora, no puedo estoy muy apurada! —respondió enojada.

Tomó su celular y llamó a la emergencia, mientras miraba a la parturienta que se sentaba en la vereda con los ojos llorosos.

Emprendió el regreso a su casa, el semáforo la obligó a detenerse. Un niño se acercó y le pidió una moneda para comprar pan. De mal humor le respondió que si quería pan fuera a pedir a una panadería.

Llegó a su casa y estacionó el coche. Un harapiento caminaba por la vereda, lo miró y sin que el hombre le diga nada expresó:

—¡Ustedes, los indigentes, se lo pasan pidiendo! ¡Ya me tienen cansada!

Con una dulce voz el hombre respondió:

—Quizás algún día me necesites y yo estaré para ayudarte.

Olga le dijo que nunca llamaría a una persona como él y si fuese así no sabría donde encontrarlo.

El hombre con lágrimas en las mejillas expresó:

—Hoy me has negado tres veces. Pero si aún así quieres hallarme, “corta un trozo de madera y ahí estaré, levanta una piedra y me encontraras”.

Al instante desapareció.


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Nochebuena

Dina Grijalba (México)

Es la primera vez que prepara la cena sola. Mientras coloca el pavo en el horno, recuerda innumerables cenas navideñas preparadas en familia, esta ocasión es especial. Abandona la cocina para envolver el regalo que, a pesar de ser caro, decidió comprar, lo pone al pie del pino. Extiende el lujoso mantel sobre la mesa, ahora no hay riesgo de que algún niño derrame la bebida sobre los motivos bordados. Coloca los cubiertos y las copas en el sitio preciso. Prepara la ensalada y el puré. Revisa que cada detalle esté perfecto antes de ir a su alcoba a vestirse. El traje y los accesorios han sido elegidos con cuidado: quiere lucir bella, se maquilla y estrena ese perfume tanto tiempo deseado. Saca el pavo y el aroma a navidad invade la cocina. Mira el reloj y comprueba que es la hora fijada.

Se sienta a la mesa, descorcha el vino y después de cenar se acerca al árbol y desenvuelve su regalo.

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Noche de paz

Ana María Intili (Argentina-Perú)


¡¡Los ángeles cantan Aleluyaaa!! En Cisjordania tanques avanzan…

¡¡Noche de amooor!!! Irak, 231 muertos, en nueva incursión…

¡¡Llega del cielo el resplandooor!!! Bombas napalm estallaron…

¡¡Merry Christmaaas!!


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Acercamientos

Víctor Hugo López (Chile)

Ella palpaba nerviosa las ramas, encontraba húmeda o reseca la bolsa de papel marrón, venían hojas amarillas de cuaderno, escritas por ambas planas, trozos de sacos harineros que tenían marcado labios gruesos con zumo de mora o frutilla, mientras leía y olía cada hoja, acercaba las marcas a su boca. El dejaba ocultas las cartas el día anterior a la navidad, al cumpleaños y cuando se cumplía un mes de haberse conocido, atravesando el pueblo de extremo a extremo. De eso hacen cuarenta años. Con tranquilidad cada mañana ella enciende la pantalla plana pulsándola con el dedo índice, él está esperando, conversan, juegan deformándose las caras y cambiando los contrastes de colores. Él aumenta el volumen de la voz, para despedir a la hija que va saliendo al último ensayo del coro para la misa del gallo , aprovecha de mirar las líneas en la pared, con que se va marcando el crecimiento del hijo, ella le observa la herida por el accidente de la bicicleta, acerca la boca a la pantalla enviándole un beso. El reza quedándose dormido en el otro extremo del planeta, donde no se sabe que son los reyes magos.



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Tarjeta navideña


Diego Muñoz Valenzuela (Chile)

Como bestia se deja caer Jesús sobre el putísimo Viejo de Pascua, dándole de trompadas hasta que se rompe las manos con tanto leñazo y comienzan a sangrarle los nudillos con los signos de la pasión. El viejo de mierda grita y pide socorro, pero nadie viene, porque todos están comprando en los centros comerciales. Jesús le hace tragar la corona de espinas, que la mastique el hijoputa, eso le rechina mientras no para de propinarle un charchazo tras otro. Mercachifle de mierda, retorna a la concha de tu madre, fuera de mi templo, que nunca nazcas, pendejo execrable, a otro lado con tus promesas y tu becerro de oro. Por fin lo aporrea con la cruz, que se vaya a la misma mierda tu navidad de prestamista abusivo, tu mísera fiesta materialista para idiotas. Ahí lo dejé, dándole puñetazos por donde le cayeran al maldito veterano; para mí que se lo merece el cabrón. No lo defendí.


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Retrato de mujer con esperanza

Patricia Nasello (Argentina)

Cuenta el número de paquetes de regalo, nietos, cubiertos en la mesa, portaservilletas con la cara de Papá Noel y porciones de helado. Observa el pino, cargado, sobrecargado, con las luces y los adornos típicos de la ocasión. Roza con los dedos el mantel blanco de hilo paraguayo que su madre usaba cada 25 de diciembre y se sienta a esperar el arribo de la familia.

De no saber lo que sabe, sería feliz.

Sabe que ella es un personaje de ficción. Sabe que un personaje de ficción nunca traspasa su mundo imaginario. Sabe, por lo tanto, que este anhelo entrañable de ver a los suyos vivir la Navidad más allá de estas líneas se encuentra condenado a la frustración. Sin embargo, la esperanza es una perra que nunca suelta la presa.


Natividad


En Belén de Judea nace un niño.

Dioses paganos, héroes legendarios, sirenas, centauros, valquirias, hadas, unicornios, trolls y otras maravillas, tantas, han de morir por su causa. También morirá una cantidad incontable de seres humanos, no siempre inocentes.

Resucitarán, desde luego, del mismo modo leve, espasmódico, en que lo hacen todos los muertos: cada vez que alguien los recuerde, cada vez que alguien los nombre.


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Interrogante

José Manuel Ortiz Soto (México)

Que el viejo Santa Claus apareciera muerto, no sorprendió a nadie: la lista de quejas en su contra era enorme. “Y eso sólo en este pueblo”, dijo el Jefe de Policía en declaración a la prensa. “La pregunta es ¿qué hacía en pleno verano un tipo como él, armado hasta los dientes y con un barco repleto de mercancía china?”.

La foto del recuerdo

—¿Tú eres Santa? —preguntó el chiquillo sentado en las piernas del hombre regordete.

—La verdad, no. A mí me pagan por estar aquí fingiendo.

—Lo sabía. No por nada soy el Niño Dios.

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El Salvador

Cecilia Palma (Chile)

Tenía el pecho grande y la piel suave y oscura. Eran tres, a los otros ni los miré, supe que venían de lejos en busca de un salvador. Sálvame a mí, le dije, entornando mis ojos. Ustedes podrían pensar que los extranjeros me remueven las entrañas, pero no, juro que no, que es primera vez que me sucede. Lo único que quería era perderme en su maraña de vellos y oler su aliento a especias árabes. ¿Qué les puedo decir? La historia es conocida; el moreno siguió su camino, yo me quedé aguardando un regreso que no será y cargando un bulto al que llamaré Salvador.

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Llamado de sangre

Alfonso Pedraza (México)

Nochebuena daba paso a Navidad. La tenue luz de la aurora agredía la visión de un palidísimo Santa quien, al despertar débil y sin su bolso ni gorro, se creyó con tremenda resaca. A pesar del dolor de cabeza, su memoria colocaba frente a sí, la imagen de esa linda mujer esbelta, de rostro níveo, y una linda y rosada lengüita que movía entre dos caninos prominentes.

—Las mujeres, ¡hay!, las mujeres —decía, tocándose el cuello dolorido.

En su oído aún sentía su aliento y esa vocecilla que decía; “tu traje me abre el apetito y mi debilidad son los hombres rubicundos”.

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A las cero horas

Marianela Puebla (Valparaíso- Chile)

Justo a las cero horas de la noche, del día 24 de diciembre, un anciano gordito corría desesperado y desnudo cerca del Mapocho. Se veía muy mal, con un ojo hinchado por un golpe, además de cabellos y barba desgreñados. Pedía ayuda, que alguien detuviera a los ladrones y llamara a carabineros. Hablaba de que lo habían asaltado cuando el semáforo estaba en rojo, algo así como un “portonazo”. Fueron ocho individuos con cara de duendes malos. Lo peor era que podría perder la pega, pues le robaron su trineo, un Lamborghini, sus perros disfrazados de renos, toda su ropa y los bolsones que eran de gran valor para los niños. Por cierto los desalmados, le dieron un combo en el ojo izquierdo, por tratar de creerse el Viejito Pascuero. 

 
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El árbol invisible

María Isabel Quintana (Chile)

Dicen que en un lejano país sureño, los árboles de navidad son invisibles. Dicen que sólo se dejan ver durante los días de nieve. Dicen, los que han tenido la suerte de verlos, que cuando comienza a nevar, aparece primero la punta, y se queda allí, flotando en medio de la nada. Luego los copos van tocando una a una las ramas laterales como si una mano divina las fuera dibujando.

Pegados a la ventana, todos esperábamos ver el milagro. Todos, menos el pequeño Isaías que a causa del cáncer, había quedado ciego.

Los que vivimos en un país de nieve, sabemos que cuando el silencio es absoluto es porque está nevando. Isaías también lo sabía, y mientras los demás dormían, su mano tibia apretó la mía. ¡Mamá! ¡Mamá!, está nevando. ¡Llévame a ver el árbol!

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Pobre niño rico

Susana Revuelta (España)

Entre la habitación de George y el garaje de la mansión de sus padres ya no quedaba sitio para más cachivaches. Allí iban acumulando polvo y oxidándose por la humedad la casa tenía unas vistas espectaculares al lago― triciclos y bicicletas de cuatro ruedas. Pero Santa Claus no tenía en cuenta ese tipo de consideraciones y, pese a que él no lo había pedido en su carta, cuando bajó a desayunar por la mañana se encontró con un todoterreno a pilas que ocupaba la mitad del salón.

Ese día, como cada año, sus padres sacaron un hueco de sus agendas y le llevaron al parque de la ciudad. Antes de darse cuenta, ya le habían acomodado en el sillín de plástico, abrochado el cinturón de seguridad y ajustado un casco de juguete, mientras se sentaban en la terraza del Snack Bar a tomarse unos Dry Martini. «Date unas vueltas alrededor de la pista de patinaje, que te esperamos aquí. Media hora, más no, ¿de acuerdo, George?» dijo su padre programando el reloj digital que el chiquillo llevaba en la muñeca. «En cuanto suene el pitido te vienes para acá». Y pulsando el botón rojo de Start situado a la derecha del volante, se despidió de él. «Diviértete y no te choques, que es un regalo muy caro». Y ya, por fin, pudo sentarse a dar un largo trago a su bebida.

Dos vueltas y media había completado George, preguntándose si se estaría divirtiendo, o si eso era divertirse, o si caerse de culo sobre la pista de hielo era divertido, o qué diversión encontrarían aquellos niños en lanzarse bolas de nieve, cuando sonó la alarma del temporizador. Entonces regresó obediente donde sus padres.

Como siempre cuando le preguntaban si se lo había pasado bien, no supo qué contestar y maquinalmente dijo que sí, que muy bien, como decía siempre que no sabía qué decir.


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Presentes

Patricia Rivas (Chile)


En navidad, Adriana se obsequia Memoria/Sanación.

El papel abraza al Padre detenido desaparecido arrojado a lo largo del Pacífico.

Dispone una cinta rosa a la Madre quien dedicó a la sobrevivencia y jamás pudo abrazarla.

Una vez resuelto el presente se adhiere la hija (de Adriana) al juego pegoteado del scotch, para que reciba una provechosa vida y progenie.

La tarjetita asoma el respiro.


Resplandor

Están aquí.

Ordenaron tragar las grageas fluorescentes que modifican a metal, servimos de conductores eléctricos para iluminación de nuevas estructuras. Tuve suerte, quedé en el apartado árboles de navidad.

Todo degenera, creo en el viejito pascuero Coca-Cola Company.


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Pasión navideña

 

Álvaro Ruiz de Mendarozqueta (Argentina)

Cuando el tío Juan usaba la barba bien larga, solía hacer de Jesús en los actos del colegio y en la iglesia.

Cuando compró un chivo para asar en Nochebuena, lo llevó al pesebre viviente.

Cuando engordó mucho, en parte producto de su adicción al pan dulce, empezó a vestirse como Papá Noel y a reír diciendo jo jo jo.

Cuando la barba se le puso blanca, dejó de usar la postiza; menos calor decía él.

Cuando le explotó el corazón, aquella noche de Navidad, estaba arriba de la tía Clotilde; ella llamó a los gritos porque no podía salir.

Al revés

En la tele están pasando la remanida película norteamericana de Navidad, con niños tirando bolas de nieve artificial, con familias que habitan enormes casas con galerías, tablero de básquet en la entrada de coches y un sótano lleno de herramientas, recovecos y muebles viejos. La iluminación de los ambientes exteriores es demasiado artificial; cuando sale algún adulto al jardín para llamar a los niños, lleva una camisa desprendida. ¿Pero no es que está haciendo un frío de cagarse en esa peli?

No la está viendo nadie, está prendida en el living. Coloco un disco de Credence en el combinado, atruena Rumble Tumble por el pasillo y me reconforta. Odio pasar la Navidad con este calor. Agobia.

Abro otra cerveza y la tomo rápido para que no se caliente. Siento ese mareo leve que me tranquiliza.

Los abuelos está sentados en la vereda; el calor que sube de las baldosas se percibe. Los chicos corren en cueros y descalzos atrás de una pelota. Al fondo la Emilia y el Chungo hacen un asado. Me cambio de ropa puteando en voz baja.

Tito llega puntual en la Siambretta que escupe chispas por el caño de escape. Le digo que la lleve a arreglar y se encoje de hombres. No nos va a dejar a pata dice. Vamos vestidos de Papá Noel para disimular.

Tenemos que buscar los regalos antes de la cena. Partimos raudos al barrio pituco de la costanera. Tenemos fichada a la casa de fácil acceso por el frente. Están todos en el jardín y podemos recorrerla. Salgo con mi bolsa de arpillera llena de paquetes.

Cuando queremos arrancar la Siambretta: nada. Te dije. Se escuchan gritos desde la casa. Corré boludo, corré dice Tito.

Corro mojado por la transpiración durante algunas cuadras; nos detenemos frente a una casa en sombras. Acomodamos las bolsas y continuamos caminando.

Escuchamos a un nene que grita mami hay dos papás noel y no puedo evitar reírme. Viste Tito, no hay con qué darle, con este calor de mierda nos vestimos de Papá Noel.

Dale, no aflojés, que el asado debe estar listo.

*

Navidades prometedoras

Carlos Suchowolski (Argentina- España)


–Premiaré a los que se portaron mejor durante el año, que por lo general, je..., son los más rellenitos… –dijo mientras abandonaba la cama.

Afuera, las auroras boreales bailoteaban sobre el paisaje de nieve como los pliegues de un gigantesco telón detrás del cual el mundo se agitaba, preparándose para salir a escena. El sol, ausente allí, en el ártico, durante meses, no tardaría en salir para la mitad del mundo que le tocaba visitar. Así que debía darse prisa porque más que nunca esta vez no podía ser sorprendido por la luz del sol que pronto inundaría las ciudades lejanas que aún dormían y esperaban. Así que procedió a vestirse con urgencia, a ponerse el pantalón rojo, las botas rojas rematadas de blanco, el gorro puntiagudo que acababa en el pesado pompón, blanco también, y por fin la casaca ribeteada. No había razón alguna para cambiar de vestuario sino todo lo contrario. Una sed abrazadora aceleró las cosas –como pocas veces sentía necesidad de un desayuno copioso– y lo empujó a salir, ansioso por ponerse en marcha. Al pasar del otro lado de la puerta vio, como se pretendía, la nota clavada en el exterior y, al leer el breve pero amoroso mensaje que allí le habían dejado, no pudo evitar una sonrisa de satisfacción: “¡Qué tengas un hermoso y suculento día, mi querido gordinflón!”
Sonrió relamiéndose y mesándose la barba tras trepar al pescante del trineo y acomodarse entre las mullidas lanas; se sentía exultante, más seguro de sí mismo que nunca. “¡Vaya mujer!”, se dijo; “¡Esta sí que es una fascinante Navidad!” Y permaneció unos instantes con las riendas flojas en las manos y la mirada perdida en las tinieblas que relampagueaban, soñando con lo que le esperaría a lo largo del resto de la larga noche, antes de la llegada del aún lejano amanecer... y del horrendo verano de seis meses durante el que tendría inevitablemente que hibernar... como... como... como ella...
“¡Vamos, pues...!”, exclamó poniendo a los renos en alerta al tiempo que hacía restallar el látigo sobre los lomos de los animales mientras el ronroneo del ansia en el estómago lo hacía desear volver lo antes posible a los abrazos prometidos. Los morros de las bestias se alzaron al cielo, las cornamentas se inclinaron hacia arriba, y pronto las patas galoparon en el aire separando al enorme trineo del suelo como si fuera de plumas.

Sí, había sido un auténtico golpe de suerte que ella se desviara hacia el norte y cayera a pocos pasos de su casa, herida de plata... Una suerte ser quien le quitara la bala y la alimentara con sus orondas reservas. Era soberbia, sí –y cuidadosa, como le constataba al palpar las dulces cicatrices que ella le había ocasionado–; ¡y esa nota, preciosa, espontánea, pasional, que le dejó en la puerta, escrita con el dedo mojado en la sangre que ella bebiera de él la noche pasada! ¡Oh, sí: la vampira se había enamorado de él!
–¡Arre, arre mis renos..., que hay que repartir muchos regalos entre los más rellenitos!


*

Cuento de navidad

Roland Topor (Francia)

Mientras esperaba, escondido detrás de un sillón, al pequeño Henry le latía el corazón muy aprisa. Eran las doce de la noche menos tres minutos. Muy pronto podría sorprender a Papá Noel y arrancarle, a fuerza de súplicas, el vagón correo que faltaba a su tren eléctrico.

Cuando se desgranaron las doce campanadas de la medianoche, trocitos de hollín empezaron a caer en los zapatos que el pequeño Henry había puesto debajo de la chimenea.
Después fue Papá Noel en persona quien hizo su aparición, con su bonito traje rojo manchado de hollín.

-¡Buf! -hizo, y con voz de falsete y ceceando: -¡Me he enzuziado todo!

Cuando se dio cuenta de la presencia de Henry, batió palmas.

-¡Oh! ¡El maravilloso nenito! ¡Hola, muchacho!

-Hola, Papá Noel...

El pequeño Henry estaba asombrado. No era así como imaginaba a Papá Noel. Este era joven, y más bien amanerado.

-Ven a zentarte en miz rodillitaz... Te daré caramelos.

Papá Noel se había sentado en el reborde de la chimenea. Henry se apresuró a obedecer. Los caramelos estaban muy buenos, y las caricias que los acompañaron dulces, muy dulces...
-¿Dónde eztán tuz papáz? -preguntó Papá Noel con voz insidiosa.

-Mamá está en la montaña y papá duerme en su habitación -dijo seriamente el pequeño Henry.


-¡Muy bien! Entoncez voy a zaludar a tu papá. Acueztate y zé bueno.

A paso de lobo, el hombre de rojo se deslizo en la habitación del papá de Henry.


Sin hacer ruido, se sacó sus grandes botas y se metió en la cama.

El padre, dormido, balbuceó:

-¿Quién está ahí?

-Zoy Papá Noel -dijo Papá Noel. Y lo sodomizó.


*

Pastores, venid

David Vivancos Allepuz(España)

Apostado tras un arbusto espinoso, deja un instante el palo en el suelo para formar un cuenco con las manos y calentárselas con su propio aliento. Qué mal está el campo, qué mal, repite para sí. Otro, más fiel a la tradición, también trata de combatir el frío de la noche ejecutando con una quijada de burro golpes dirigidos a un enemigo invisible. El tercer pastor mastica distraídamente una hogaza de pan duro, oculto tras un pedrusco, al otro lado del camino, cuando el que hace de vigía les advierte de que ya se divisan los perfiles de los tres camellos. Llevando a esos excéntricos reyes de Oriente, cargados de riquezas y casi sin séquito. Apenas unos pajes bastante enclenques, tal como habían conseguido sonsacarle, a pedradas y puntapiés, a aquel tipo tan delicado que se les había aparecido, a deshoras, diciendo ser un ángel anunciador de no sabían exactamente qué cosa.



El príncipe heredero


Hunde las púas del tenedor en el roscón de Reyes, corta un pedazo y se lo lleva a la boca. La institutriz lo observa, satisfecha de los progresos del pequeño que ha sabido incluso defenderse con los cubiertos del pescado. De pronto, sus dientecitos tropiezan con algo. El niño se saca de la boca un rey de porcelana embadurnado de cabello de ángel y enseña la sorpresa oculta en el roscón a la familia. Los tíos de Grecia aplauden. La madre coge la figurita, la limpia con la servilleta y se la devuelve con una sonrisa. El padre, con solemnidad impostada y reverencia incluida, ciñe la corona de cartón en la cabeza del pequeño. Todos ríen la ocurrencia. También sus hermanas y los primos. En realidad, todos lo hacen menos el hermano mayor. A él el asunto no le ha hecho ni pizca de gracia.


*

Contracuento de Navidad

Juan Yanes (España)

El escritor de cuentos se puso a escribir un cuento de navidad, pero entre el papel y sus ojos se deslizó la imagen de los niños bombardeados por Israel en Gaza. ¡Así no se puede escribir un cuento de Navidad!, dijo en voz alta, mientras hacía una pelota con el papel en el que había garabateado algunas palabras y la tiró a la papelera. Intentó comenzar de nuevo, pero en lugar de los ojos de terror de los niños palestinos, se le coló en la retina el sórdido tumulto de los que rebuscan comida en la oscuridad de todos los días, en los cubos de basura de los grandes almacenes. Pudo escuchar, incluso, una suerte de rugidos apagado de cólera, arrebatándose unos a otros los mejores bocados, como si fueran hienas.

¡Joder -dijo y se levantó de la mesa abriendo los brazos en un gesto de impotencia-, así no hay manera de escribir nada! Se dio un paseo por la casa y se sentó frente al televisor, para distraerse. Ponían un reportaje de la gente que malviven entre dos y tres fuegos cruzados en Alepo, en Azaz, en Damasco, en Homs, en todas y cada una de las ciudades bombardeadas de Siria. Después, como si la televisión fuera un autómata, se puso a hablar de los parados -debe ser el Informe Semanal o uno de esos resúmenes que tanto le gusta hacer a los periodistas en estas fechas, pensó el escritor de cuentos. La televisión, como enloquecida, siguió hablando de la gente desahuciada de sus viviendas, del aumento de los suicidios entre la población sin recursos, de los viejos que cobran 400 euros al mes, de los que duermen sobre cartones, de las personas que hacen cola en los comedores sociales, del hambre el mundo, de la gente que viven en campos de refugiados, de las maquiladoras, del trabajo esclavo, del trabajo infantil, del feminicidio de Ciudad Juárez, de las víctimas de las mafias de la prostitución, de la homofobia, de los espaldas mojadas, de los cayucos, de los muros, de las alambradas, del racismo, de las cárceles secretas, de los guantánamos, de la intolerancia, de la marginación...

El escritor de cuentos empezó a sentir que se hundía cada vez más en el sillón hasta que decidió no escribir ningún cuento de navidad. Se levantó y antes de maldecir a gritos estas fiestas tan entrañables y toda la hipocresía y el cinismo del mundo, abrió la ventana y, en un gesto teatral, tiró a la calle el árbol de Papá Noel que, al caer, describió una parábola luminosa y efímera contra el cielo de la ciudad, como si fuera un cometa herido antes de hacerse añicos en el suelo.


Cuento escatológico de Navidad


Toda la familia habíamos pasado ya a mejor vida y domiciliado nuestra residencia en las Calderas de Pepe Botero, o sea, en el infierno (a excepción de tres o cuatro meapilas que se empeñaron en ir al cielo). Manteníamos, sin embargo, la costumbre de reuníamos con los que quedaba vivos de la familia a cenar el día de Navidad. Lo de cenar es un decir, porque nosotros al ser una especie de espectros, o fantasmas, o espíritus, o almas en pena, no teníamos propiamente un sistema digestivo como Dios manda, así que daba igual que comiéramos o no. Con el paso de los años habíamos perdido, además, la dentadura, con lo cual en el hipotético caso de que tuviéramos un mondongo rudimentario, no podríamos masticar nada. Nuestros deudos se afanaban en preparar unas comilonas gigantescas como si fuéramos un batallón de muertos hambriento, que luego, supongo, llevarían a algún comedor de beneficencia o a alguna ONG. Mi interés por asistir a la cena era puramente intelectual, así que procuraba sentarme junta a una sobrina mía que quitaba el hipo y la dejaba que me preguntara todo lo que le diera la gana. Por ejemplo en la última cena me espetó:

—Tito, ¿en el infierno hacéis el amor?

—Pero qué cosas preguntas, criatura. En todas partes se hace lo que se puede, pero nuestra condición de occisos, o sea, de fiambres nos impone ciertas de limitaciones de tipo mecánico, que no voy a detallar, de modo tal que hacer el amor no deja de ser una forma alegórica de hablar.

—O sea, que no hacéis el amor.

—Ni por el forro.


*

Uno de Año Nuevo

El crujido de la seda V

Lilian Elphick (Chile)

Los harapientos conversan en una esquina. El gentío repleta la gran avenida. Hay luces multicolores, música, pantallas gigantes, serpentinas. Un animador vestido de esmoquin avisa que sólo quedan tres minutos. Todos gritan y alzan sus botellas de champaña.

-Por aquí debe andar Godoy.

-Mira, ahí está.

-¿Dónde?

-Ése de ahí, ése. El que le está mirando las tetas a la rubia. El de gorro frigio.

-¿Gorro qué?

-¡Ja! ¡Me crees todo lo que digo!

-Claro que te creo. Si el jetón nos pilla...

- Y si nos pilla, ¿qué? Me cansé de andar arrancando.

-Eres huevón al cuadrado. Te dije que botaras el pañuelo, pero no, tenías que guardarlo como si fuera una joya. Deshazte de él antes de que termine este año.

-Ni cagando. Es mío, mío, mío. Me hace dormir, me abriga, me protege. Y cruje cuando tiene que crujir.

-En todo caso, dicen que el mundo se va a acabar y si el mundo se acaba, Godoy también.

-Y nosotros. Aunque me imagino que si escondo bien el pañuelo puede resistir la peste y los bombazos.

-Tonto. Es lo primero que se va a quemar. Y yo voy a estar feliz porque ese trapo nos ha traído puras desgracias.

-Ya, cállate. Falta poco.

-¿Nos darán algo esta noche?

-No.

-Otro año, compadre.

- Otro. 


Todo El crujido de la seda.

Microrrelatos de José Gimbel

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András Kőrössy



Cualquiera


Cualquiera podría pensar que aquí no pasa nada.

Ese mismo cualquiera podría pensar que los días transcurren unos detrás de otros, que se reproducen miméticos en lo esencial unos detrás de otros, y que aquí no pasa nada. Claro que también es cierto que cualquiera —y cuando digo cualquiera, es cualquiera— se equivoca. El alfabeto de la memoria, la suma total de pelucas y corbatas de todo el universo, corrobora el error: nadie sale indemne del gran espectáculo de la vida.



Una ventana


Para su cumpleaños pidió una ventana. No una mirilla, no, una ventana. Y una nueva a poder ser, porque con ella quería ver un mundo nuevo. Su suerte no debía de ser de las peores, porque se la regalaron, pero —y hete aquí el maldito pero de siempre— el cristal no debía de ser de muy buena calidad, habida cuenta de que aparecían constantemente fragmentos del viejo mundo: hombres que buscaban el origen de su llanto en lejanos lugares, un loco que intentó envolver el silencio con abrazos, los delicados pulsos de unos amantes que, uno contra otro, sonaban al mismo compás, y un grupo de niños fieros y diminutos que mantenían a raya a los demonios con engaños y travesuras. En resumen, nada nuevo bajo el sol.



El hombre de su vida


Todo hombre tiene un componente importante de ficción, y este hombre, el hombre del que les vamos a hablar hoy, aun a pesar de tener sus buenos huesos y su buena porción de carnes, no era una excepción en lo que a invención se refiere.

Para empezar, hay que decir que este hombre tenía nombre. También hay que decir que este hombre estaba en un hotel que también tenía nombre. Así pues, tenemos un hombre, dos nombres y un hotel. Pues bien, este hombre cogió su identidad a cuestas y se subió a la azotea del hotel con la sana intención de fumarse un cigarrillo y tirarse al vacío. Ahora bien, si tenemos en cuenta que es el lugar el que crea al individuo, no es debiera extrañar el hecho de que, en ese mismo instante y en esa misma azotea, una tal Mariana, que se disponía a apagar su cigarrillo y volver a sus labores en la cocina, viera aparecer en esas alturas al que tenía toda la pinta de ser el hombre de su vida.


*


Del libro:

Golpes de calor, José Gimbel, Libros al Albur Ediciones, Sevilla, España, 2015


José Gimbel (Madrid, 1959) es licenciado en filosofía y trabaja desde hace años en la Comunidad de Madrid, en el área de la formación. Anteriormente ha publicado Elogio de las letras (2013) y Diccionario Ideológico Personal (2015). 
 
 
 

Lugares de K, por Lilian Elphick

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Foto: Lilian Elphick



K en La Mancha

K, Don Quijote y Sancho Panza frente a los molinos de viento.


Don Quijote: —¡Ataque!

K: —¿Yo?

Don Quijote: —¿No vino aquí a desfacer agravios?

K: —Vine a La Mancha porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Hermann Kafka.

Sancho: —Ése caballero vive más al norte, señor K, donde hay ríos llenos de truchas y bosques encantados.

Don Quijote: —Vamos a buscarlo y nos olvidamos de estos gigantes de brazos largos.

K: —Pero, yo vengo del norte y él no está allí.

Sancho: —Seguramente es otro norte el que usted buscó.

Don Quijote: —Tiene razón el escudero: hay muchos nortes. ¡Andando!

K: —Yo tengo una brújula y el norte es siempre el mismo. Mire.

Don Quijote y Sancho: —¡Válgame Dios!

Don Quijote: —Usted es nigromante, K, y no nos había dicho nada.

K: —Soy escritor igual que su amo.

Sancho: —Mi amo no tiene amo, ¿o sí?

Don Quijote: —El único escritor soy yo, ¿acaso sois ciegos?

K: —Usted es un personaje creado por Don Miguel de Cervantes Saavedra.

Don Quijote: —Ha perdido el norte irremediablemente, K. Deme el aparato y finiquitamos el asunto. Usted se va por aquí y nosotros, por allá. ¿Le parece?



K entrega la brújula a Don Quijote.




K: —Ya no la necesito. Llegué al territorio de mis sueños y no me di cuenta. Ahora, debo ir al sur.

Sancho: —Si desea podemos acompañarlo, ¿no es cierto, mi señor?

Don Quijote: —Con la condición de que me llame “escritor” y no “personaje”.

Sancho: —Y que cuando diga “¡Ataque!”, usted ataca sin más ni más.

K: —Muy bien, señores, haré lo que piden. Dicen que en el sur hay volcanes activos y unos seres barbados que escriben historias mínimas que me encantaría leer. Ahí puede estar mi padre.



A Juan Armando Epple y Pedro Guillermo Jara 
 
 

Dibujos de F. Kafka


K en el espejo

Gregorio: —Buenas noches, K.

K: —…

G: —¿Estás ocupado?

K: —Un poco, sí.

G: —Entonces, lo dejamos para otro momento.

K: —No, no… es que no puedo dar con el final.

G: —Ah, el cuento que escribías anteayer.

K: —Exacto. Iba todo tan bien, la historia fluía como el agua, pero no he sabido rematarla.

G: —Fácil. Efecto dominó. Es la única forma. Vamos, atrévete a clavarle las banderillas al toro.

K: —No quiero irme por ese camino. Sería trivializar la historia; el final debe ser abierto.

G: —Los cobardes usan finales abiertos.

K: —Bueno, dejémoslo hasta aquí. Veo que estás de mal genio.

G: —No ves nada, ése es el problema. Te ciega tu propia imagen reflejada en el agua.

K: —¿Narciso yo? Ja…

G: —Todo escritor es narciso. No he dicho nada fuera de lo común. Lo que tienes que hacer es entregarte a tu personaje, ser él, ¿se entiende?; es decir, ingresar en la ficción sin ningún temor.

K: —Es lo que yo hago.

G: —Temo que voy a contradecirte, K. Tus historias son autobiográficas.

K: —¿Y las tuyas?

G: —Sé salirme del mundo; en cambio, tú no tienes ese don. Tus textos son crípticos, los escribes para ti mismo. Toda tu escritura es un maldito diario de vida. Salirse del mundo significa que los demás puedan conmoverse con tu literatura, con tu fábrica de ilusiones.

K: —He leído muchísimo más que tú, insecto execrable.

G: —Y no asimilaste nada. Si hubieras entendido, tu escritura sería de todos. ¿O es que hay una diferencia entre leer y escribir?

K: —¡Por supuesto!

G: —¿Ves? Eres más tonto que un zapato. Nunca, entiéndeme, nunca vas a llegar a ningún sitio.

K: —Estás loco. Cuando se te pase tu enésimo cruce de cables, avísame.

G: —No puedes hacer finales. No te da el seso, pequeño farsante.

K: —Imbécil, vas a ver…

G: —Imbécil, tú. Y no me amenaces, mentiroso de mierda. Siempre lo supe, ¿o crees que nací ayer?


K rompe el espejo. 
 



K en la grieta


K conversa con Gregorio en el despacho. Este espacio será circular; un escritorio, papeles, una lámpara, un sillón verde, una maleta, una ventana sin cortinas. La luz deberá ser muy tenue. Se oirá el canto de los grillos.



K: — Se hace tarde, debes partir.

G: —No quiero irme, K; si lo hago, desapareceré.

K: —Ya te pedí perdón, sólo tienes que salir por esa grieta.

G: — ¿Tú crees que pidiendo perdón solucionas todo? ¡Mírate! No eres más que una mentira. A fuerza de costumbre soy más real que tú: vivo tu vida con la experticia de los monstruos, respiro tus sueños y lo que mejor sé hacer es…es…

K: — ¡Basta! ¡No permito que me hables así!

G: — Y lo mejor que sé hacer es hablar, K, sí, hablar.

K: — Lo tuyo es sonido aberrante, chirrido, balbuceo incomprensible. Tú crees que hablas un lenguaje pleno, pero no haces más escupir la realidad.

G: — Tus huesos sonarán como cascabeles en una Europa que nunca será tuya *, K.

K: — Morir es lo de menos, estimado. Y Europa ya está destruida.

G: —Vamos, no te pongas melodramático; recuerda que no soy tu antagonista.

K: — Eres lo peor de mí. Ah, si era cosa de no escribirte, de no moldearte en mi fisura delirante.

G: — Pero lo hiciste; asúmelo y revierte la situación.

K: — ¡¿Cómo?!

G: — El que debe partir eres tú. Ahí está tu maleta. He colocado tu camisa favorita y tu traje.

K: — ¿El azul marino con botones dorados?

G: — Sí.

K: — ¿Y adónde me dirigiré?

G: — Eso yo no lo sé.


K tomará la maleta y se sentará en el sillón. El escenario comenzará a girar. El sonido de los grillos irá decreciendo; se escucharán gritos, disparos, bombas, aviones, sirenas. Gregorio se acercará a K y le dará un beso en la frente. K se abrazará a sus piernas. Lento apagón.



* Frase de Sergio Astorga en una carta.


A Natalia



Textos pertenecientes a K, de Lilian Elphick

***

Lilian Elphick (Santiago de Chile)

Ha publicado: Relatos: La última canción de Maggie Alcázar (1990) y El otro afuera (2002). Microrrelatos: Ojo Travieso (2007); Bellas de sangre contraria (2009); Diálogo de tigres (2011); Confesiones de una chica de rojo (2013) y K (2014). Dirige la revista Brevilla, junto a Patricia Nasello y Sergio Astorga. Mantiene el blog Ojo Travieso desde 2006.
 


Microrrelatos de Miguel Ángel López

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Robert Mapplethorpe


LOS DUELISTAS


No sé cuántas veces he visto esa peli. Mi papá me dejó verla por primera vez una noche de cine en Telemadrid. Primero hablaban dos escritores, pero yo aproveché para meter una cuatro quesos en el horno. En la primera escena una niña es sorprendida por un húsar francés mientras contempla el primer duelo. Luego, los dos combatientes se pasan años y batallas por medio, duelo tras duelo, y parece que se matarán de un momento a otro, con pistola, con sable, pero sobreviven, a pesar de las heridas. Luego, un día, el más guapo le perdona la vida al otro en un último duelo. Cuando terminó la peli, le pregunté a papá por el motivo de ese duelo de por vida y no supo qué decirme. Cosas de mayores, supongo.

El verano terminó y conocí a esa niña odiosa el primer día de clase. Me he hecho una promesa de por vida. Nada más llegar a casa, le supliqué a papá que porfi me buscara Los duelistas en el videoclub del barrio.



EL POZO

Mi papá dice que mi hermano es un cobarde, pero yo no lo creo. Cuando nos reta a ir hasta el pozo, mi hermano me lanza una mirada de pavor. Me coge de la mano, me aprieta fuerte y me hace daño y siento que vuelve la cabeza y camina más deprisa. La noche es como la manta que mamá nos echaba encima cuando jugábamos los tres. Huele a verano, a rosas y a algo podrido muy cerca. Mario es un año mayor que yo, pero no puede ver una peli de terror sin taparse con la mano. Y jamás ha ido y vuelto solo del pozo. Yo sí, pero nunca he visto a mamá. En la tele hablan de una luz pero, pero aquí todo es negro y no deja de oler a podrido. Cuando Mario me suelta de la mano siento frío y rabia. Otra vez que se ha vuelto corriendo hacia la casa. Y antes, mucho antes lo agarro por sorpresa y termina el juego. Seguro que mañana papá nos llama, como siempre, hasta que se hace de noche.

Pobre papá, con una casa tan grande para el solo y con pozo.



REALITY DESDE LAS TAPIAS


Me van a fusilar, lo sé, pero cómo convencer al sargento que manda el pelotón. Cómo convencerlo de que me maten al otro lado de las tapias de esa casa maldita. Cómo pedir un último deseo antes de la descarga de fusilería. Por favor, mi sargento, que me pongan encima otra venda, que los sigo viendo, que me miran fijo y me alargan sus manitas.



EL ÚLTIMO REBELDE


Sé lo de los genes, por favor. Que desde antiguo, mis antepasados cumplen con su destino a rajatabla, allá ellos. También sé que mis días terminarán en otro mar, tan distinto del que salí, casi como volver a una casa y una familia desconocida. Los míos renunciaron río arriba a otra forma de vida.

Pero lo que no entiendo es que tenga que ser el mártir de la especie, aquí, luchando contra este sedal, justo ahora que tomé la estúpida decisión de no saltar más río arriba.



BABEL

No conozco otro patio de luces. Mi madre me cuenta que llegamos apenas salió del hospital, conmigo en los brazos, los dos solos pero acompañados de esos hombres a los que nunca me atreví a llamar papá. Mi madre se alegra de tener lo necesario para que crezca sano y fuerte. Cuando me asomo y miro primero hacia arriba y luego a mis vecinos inferiores, sólo veo caras desconcertadas, pálidas, inmensamente tristes y escucho ese coro de voces confusas y desconocidas.

No sé qué nos espera ahí fuera, cuando esos hombres abran por fin el portal.



*

Miguel Ángel López Manrique, nació en Madrid,1962, abogado, colabora con Liverdades y ha publicado en otras revistas (Escribir y Publicar). Fernando Valls en La nave de los locos publicó dos micros de un libro en preparación. 
 
 

Breve e incompleto acercamiento a una posible historia de la minificción

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Soizick Meister

Por Violeta Rojo

Durante los últimos treinta años, los estudios de minificción han pasado de fundacionales y escasos a constantes y con enfoques amplios. Sin embargo, una extensa y documentada historia de la minificción sigue siendo materia pendiente. El tema se ha tocado en varios importantes artículos, en capítulos de libros y se evidencia en las antologías sobre la minificción de Argentina, Colombia, Chile, México, Panamá, Perú y Venezuela. El reconocido crítico David Lagmanovich fue constante al trabajar este asunto, al cual dedicó buena parte de su libro El microrrelato. Teoría e historia (2006); donde anexó su “Crono-bibliografía del microrrelato hispánico 1888-2006”, el cual es primordial para acercarse al tema. No quedan atrás los muchos y significativos trabajos que el estudioso chileno Juan Armando Epple ha dedicado a los orígenes y precursores de la minificción.

Es posible que la historia de la ficción brevísima todavía no se haya podido establecer porque hay visiones muy distintas sobre el género y, por ende, de cómo se ha desarrollado. Estas discrepancias, obviamente, afectan a la datación de los orígenes. En la historiografía hay dos vertientes de pensamiento que, aunque contrapuestas, pueden ser consideradas igualmente válidas, la primera no está completa sin la segunda. Una de estas perspectivas estima que las brevedades son formas ancestrales que se han ejercido desde el comienzo de los tiempos y que la minificción no es más que la expresión moderna de tales expresiones. Para la otra, la minificción es una expresión latinoamericana que nació con el Modernismo y las vanguardias a principios del siglo xx, y que se desarrolló de maneras peculiares en varios países, continentes y lenguas. Esta tendencia juzga que los ejemplos de la primera visión son meros casos arcaicos, pero no minificciones tal como las calificamos ahora.

Lo que sí está claro al revisar los estudios sobre el tema es que hay autores que se citan una y otra vez (aquí también los repetiremos para que se vea su importancia), y otros escritores que son identificados por algunos estudiosos, pero no por otros. Es como si cada uno de los aportes fuera relativizado de acuerdo a cada investigador. En suma, las dos visiones implicarían, para una, la brevedad como un continuo desde las primeras expresiones literarias breves hasta ahora; para otra, una serie de etapas entre las que se cuentan literaturas antiguas brevísimas y ya en el siglo xx brevedades del Modernismo y las vanguardias que configuran un género que llega a constituirse con posterioridad.

Las formas simples como inicio

La literatura brevísima, efectivamente, es habitual en la literatura mundial desde el comienzo de los tiempos. En dos artículos (2010; 2014) he analizado a los precursores de lo que hoy llamamos minificción; ambos podrían resumirse diciendo que ya se encontraban textos brevísimos en las Misceláneasgriegas y romanas, en los Makura no Sõshi (Libros de la almohada) japoneses y en los Commonplace book medievales y renacentistas ingleses; en los Hodgepodge (miscelánea) ingleses, los Gemeinplätzealemanes, los Lieux Communs franceses y los Zibaldone italianos del siglo xix. Francisca Noguerol (2009) vincula la literatura breve a los Dietariosespañoles, Laura Pollastri (2007) a las inscripciones en las estelas funerarias de la antigüedad, David Lagmanovich (2006) al Haiku, Paul Dávila (2012) al Koan, y Hugo Francisco Bauzá (2008) coloca como precedentes a las lápidas sepulcrales, las columnas y obeliscos conmemorativos, algunas odas de Píndaro, las laminillas órficas de los romanos, las “bagatelas” de Cátulo y los apotegmas de Julio César en Dicta Collectanea, entre otros. Nana Rodríguez (1996) establece una tradición histórica del relato breve que va desde los mitos precolombinos, el Panchatantra hindú, la Biblia y lasMetamorfosis de Ovidio hasta el Conde Lucanor de Don Juan Manuel.
  Por supuesto, no podemos olvidar toda la literatura llamada de “formas simples” o “géneros menores”: aforismos, alegorías, apólogos, bestiarios, cuadros, casos, enxiemplos, epigramas, estampas, fábulas, parábolas, proverbios, sentencias, viñetas y el largo etcétera de la literatura mínima. Juan Armando Epple (2006) sostiene que algunas formas literarias de la Edad Media son también predecesoras a las anteriormente nombradas y suma leyendas, mitos y adivinanzas.

Europeos y americanos

Después de los autores de minimalia antes citados, comienzan los antecesores inmediatos. Lagmanovich (2006) considera que los Pequeños poemas en prosade Charles Baudelaire son los precursores más importantes; de igual forma los Cuadernosde Ambrose Bierce y Nathaniel Hawthorne, dice Graciela Tomassini (2008 y 2011); Dolores Koch (2009) agrega a Franz Kafka. Juan Armando Epple (2006) nombra a Aloysius Bertrand, Villiers de L’Isle-Adam, Oscar Wilde, Jules Renard, Lord Dunsany, Franz Kafka, George Loring Frost e I. A. Ireland. Susana Salim (2011) suscribe a Federico García Lorca. Stella Maris Colombo (2011) hace una compilación de los distintos antecedentes de varios estudiosos en los que incluye al ya mencionado Franz Kafka, a Bertolt Brecht y Ernest Hemingway (para Lagmanovich), al ya también nombrado Ambrose Bierce (para Tomassini) y a Giovanni Papini (para Colombo, Roas y Anderson Imbert).

Como se explicó anteriormente, una de las diferencias de criterio es que para algunos investigadores estos autores sólo son antecedentes y para otros son ya minicuentistas. La disimilitud entre estas expresiones y la minificción, tal y como la conocemos, se debe a los evidentes cambios que se han producido en el devenir de la literatura. El concepto de minificción es reciente, tanto así que podemos pensar que la forma literaria a la que damos dicho nombre fue creada por los estudiosos del área que al darle una configuración teórica han ido conformando un género literario que antes era sólo un conjunto de diversas escrituras mínimas creadas sin preocuparse de la taxonomía.

El Modernismo y las vanguardias como arranque

Lauro Zavala afirma que el nacimiento de la minificción “ocurrió a principios del siglo xx, en México” (9). Dolores Koch (2009) indica que el autor primigenio fue Julio Torri. Laura Pollastri concuerda y es más específica al indicar que la “primera manifestación constatable en el siglo xx se remonta al texto ‘A Circe’ que abre Ensayos y poemas del mexicano Julio Torri” (13).
Para David Lagmanovich (2006) los modernistas y vanguardistas fueron lo que llama “precursores e iniciadores”: el nicaragüense Rubén Darío; los mexicanos Alfonso Reyes, Julio Torri y Ramón López Velarde; los argentinos Leopoldo Lugones, Macedonio Fernández, Antonio Porchia, Ángel de Estrada hijo y Oliverio Girondo; los españoles Juan Ramón Jiménez y Ramón Gómez de la Serna y el chileno Vicente Huidobro. A esta lista creo que deberían añadirse el colombiano Luis Vidales y, sobre todo, el venezolano José Antonio Ramos Sucre. Juan Armando Epple (2014) incluye a Darío, Torri, Lugones, Vidales, Ramos Sucre, Huidobro y a los mexicanos Mariano Silva y Aceves y Carlos Díaz Dufoo. Guillermo Siles (2007) nombra a Torri, Darío, Lugones, Girondo, López Velarde y añade al mexicano José Juan Tablada. Lauro Zavala (2014) repite los nombres de Torri, Reyes, Fernández, Girondo, Vidales y añade al colombiano Jorge Zalamea.

Para los antólogos, los iniciadores por país serían Enrique Anderson Imbert en Argentina (Pollastri 2007); Luis Vidales y Jorge Zalamea en Colombia (González 2002); Vicente Huidobro y Braulio Arenas en Chile (Epple 1989); Alfonso Reyes, Genaro Estrada, Mariano Silva y Aceves, Julio Torri, Andrés Henestrosa (Zavala 2002) y Carlos Díaz Dufoo Jr. en México (Perucho 2006). En Panamá, Rogelio Sinán (Jaramillo Levi 2003), en Perú, Ricardo Palma, Abraham Valdelomar, César Vallejo y Héctor Velarde (Minardi 2006) a los que se agregan Manuel González Prada y Celso Víctor Torres Figueroa (Vásquez 2014), y en Venezuela, José Antonio Ramos Sucre (Rojo 2004 y 2009).

Establecimiento de la narrativa brevísima

En los años cuarenta, indica Lagmanovich, hay minificciones en la Antología de la literatura fantástica de Borges, Ocampo y Bioy Casares. A partir de allí comienzan a ser comunes en los libros de Enrique Anderson Imbert, Juan José Arreola, Jorge Luis Borges y Antonio di Benedetto. En 1955 aparece Cuentos breves y extraordinarios de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares. Ésta es valorada como la primera antología de un género que aún no existía como objeto de estudio, donde se recogen ejemplos de textos brevísimos que ahora son catalogados como minificciones. Después hay textos mínimos en Ana María Matute, Virgilio Piñera y Max Aub. 
En 1959, aparece el más famoso minicuento de todos los tiempos: “El dinosaurio” de Augusto Monterroso, en Obras completas (y otros cuentos). A partir de entonces son varios los autores que comienzan a desarrollar una literatura brevísima: el colombiano Álvaro Cepeda Zamudio, los argentinos Marco Denevi, Julio Cortázar y Luisa Valenzuela, el cubano Guillermo Cabrera Infante, el venezolano Alfredo Armas Alfonzo, el dominicano Manuel del Cabral y muchos más. En 1964, Edmundo Valadés funda en México El Cuento. Revista de Imaginación,en la cual divulga habitualmente minificciones.
Los 70 son los años del furor por la literatura mínima, a la que se unen los nombres de René Avilés Fabila, Edmundo Valadés, Gabriel Jiménez Emán, Eduardo Galeano, Armando José Sequera, Jairo Aníbal Niño. Además, José Emilio Pacheco utilizan por primera vez el término “microrrelato”, afirma Javier Perucho (13).

En los años 80 aparece la revista colombiana Ekuóreo dedicada únicamente a este género, y se da el comienzo de la actividad crítica en 1981 con el artículo de Dolores Koch “El micro-relato en México: Torri, Arreola, Monterroso y Avilés Fabila”. En esos años comienzan a conocerse algunos de los escritores consagrados actualmente: Pía Barros, Ana María Shua, Guillermo Samperio, entre otros, y se editan la revista argentina Puro Cuento y las antologías seminales de Juan Armando Epple (1988), Robert Shapard y James Thomas (1989).

A partir de los años 90, el género se desarrolla con una multitud de escritores latinoamericanos, españoles, de lengua inglesa, brasileros, coreanos, etc. Aquí otro salto, esta vez cuantitativo, con el nuevo siglo y el auge de las redes sociales, la multitud de concursos, congresos y publicaciones.

Las listas anteriores no son más que un resumen ínfimo de los cientos de autores que pueden ser considerados antecesores, antepasados, precedentes y directamente minificcionistas. Son muchos los textos brevísimos que se han publicado desde el siglo xx sin adscripción genérica.

Como es evidente en esta enmarañada y a veces redundante aproximación, es muy difícil concretar una sistematización histórica del género porque no hay un desarrollo preciso, continuado, sino más bien diversos autores con apariciones puntuales pero por separado, otras veces apariciones grupales con estallidos aparentemente desordenados en los que se mezclan muchos géneros; y hay autores que escriben textos brevísimos en algún momento pero no siempre. Hay modas que pasan, experimentaciones que dan paso a otras búsquedas y las hay con una dedicación exclusiva al género. La multitud de escritores y textos hacen que al tratar de aprehender su secuencia todo quede en un intento y sea muy difícil fijar una línea ininterrumpida entre ellos.

Claro está, los eventos históricos no suelen ser continuos y por tanto la historia tampoco lo puede ser. Es común que haya acontecimientos que se solapen, incidentes que coinciden, personajes que aparecen y desaparecen. En la literatura pasa lo mismo: los antecedentes terminan siendo muchos, las influencias difieren de escritor a escritor y los padres literarios son multitud. Estas dificultades explican lo que consideramos ausencias en los estudios que nos ocupan y hacen que respetemos más a los estudiosos que han intentado caminar esta difícil senda. Queda pendiente, mientras un grupo de valientes no la asuma, la historia completa del nacimiento y desarrollo de la minificción.

Obra citada

Perucho, Javier. El cuento jíbaro. Antología del microrrelato mexicano. México: Ficticia/Editorial Universidad Veracruzana, 2006.
______. “Introducción. Entre el tiempo y la letra: la huella de la clepsidra”. En La huella de la clepsidra. El microrrelato en el siglo xxi, ed. Laura Pollastri, Buenos Aires: Katatay, 2010.
Zavala, Lauro. La minificción bajo el microscopio. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2005.

Bibliografía

Bauzá, Hugo Francisco. “El microrrelato en el mundo antiguo”. En La pluma y el bisturí, L. Valenzuela, R. Brasca y S. Bianchi, eds. Buenos Aires: Catálogos, 2008.
Colombo, Stella Maris. “Giovanni Papini: un antecedente desprestigiado”. En La minificción en español e inglés, G. Tomassini y S. Maris Colombo, comp. Rosario: UNR Editora/ucel, 2011.
Dávila, Paul Ricardo. “Explorando el koan, la prosa antigua del zen y su aporte a la minificción actual”. En Los comprimidos memorables del siglo xxi. Aproximaciones teóricas contemporáneas en torno a la minificción, H. González Martínez, ed. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2012. 
Epple, Juan Armando. Brevísima relación del cuento breve en Chile. Santiago: Lar, 1989.
______.Brevísima relación. Antología del micro-cuento hispanoamericano. Santiago: Mosquito, 1990.
______.“Orígenes de la minificción”. En La era de la brevedad, I. Andres-Suárez y A. Rivas, eds. Palencia: Menoscuarto, 2006.
______.“Precursores de la minificción hispanoamericana”. En Entre el ojo y la letra. El relato hispanoamericano actual, C. Paldao y L. Pollastri, eds. NY: Academia Norteamericana de la Lengua Española, 2014.
González, Henry. La minificción en Colombia. Antología. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2002.
Jaramillo Levi, Enrique. La minificción en Panamá. Breve antología del cuento breve en Panamá. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2003.
Koch, Dolores. “El micro-relato en México: Torri, Arreola, Monterroso y Avilés Fabila”. Hispamérica 30 (1981).
______. “El microrrelato hispanoamericano ¿Nuevo género?”. Hostos Review 6 (2009).
Lagmanovich, David. El microrrelato. Teoría e historia. Palencia: Menoscuarto, 2006.
______. El microrrelato hispanoamericano. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2007.
Minardi, Giovanna. Breves, brevísimos. Antología de la minificción peruana.Surco: Santo Oficio, 2006
Noguerol, Francisca, “Líneas de fuga: el triunfo de los dietarios en la última narrativa en español”. Ínsula. Revista de Letras y Ciencias Humanas 754. Madrid, 2009.
Pollastri (ed.). Entre el ojo y la letra. El relato hispanoamericano actual. NY: Academia Norteamericana de la Lengua Española, 2014.
______ El límite de la palabra. Palencia: Menoscuarto, 2007.
______. “Introducción. Entre el tiempo y la letra: la huella de la clepsidra”. En La huella de la clepsidra. El microrrelato en el siglo xxi, L. Pollastri, ed. Buenos Aires: Katatay, 2010.
Rodríguez Romero, Nana. Elementos para una teoría del minicuento. Tunja: Colibrí, 1996.
Rojo, Violeta. La minificción en Venezuela. Breve antología del cuento breve en Venezuela. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2004.
______.Mínima expresión. Una muestra de la minificción en Venezuela. Caracas: Fundación para la Cultura Urbana, 2009.
______.“La tradición de lo novísimo: libros de sentido común, libros de almohada, cajones de sastre y blogs de minificción”. En Minificción: tradición de lo novísimo. Quindío: Cuadernos Negros, 2010.
______. “La microfiction n’est plus ce qu’elle était: une approche de la littérature ultra-brève”. Les Langues Néo-Latines 370 (Juillet-Septembre 2014).
Salim Susana. “La prosa poética de Lorca: desde la renovación vanguardista a la ficción mínima”. En La huella de la clepsidra. El microrrelato en el siglo xxi, L. Pollastri, ed. Buenos Aires: Katatay, 2010.
Siles, Guillermo. El microrrelato hispanoamericano. La formación de un género en el siglo xx. Buenos Aires: Corregidor, 2007.
Tomassini, Graciela. “Ambrose Bierce, el Diablo y el microrrelato hispanoamericano”. EnLa pluma y el bisturí, L. Valenzuela, R. Brasca y S. Bianchi, eds. Buenos Aires: Catálogos, 2008. 
______. “Escrituras privadas: un hilo secreto en la trama de la minificción”. En La minificción en español e inglés, G. Tomassini y S. Maris Colombo, comps. Rosario: UNR Editora/ucel, 2011.
Vásquez Guevara, Rony. “Hitos esenciales de la minificción peruana”. En Entre el ojo y la letra. El relato hispanoamericano actual, C. Paldao y L. Pollastri, eds. NY: Academia Norteamericana de la Lengua Española, 2014.
______ Circo de pulgas. Antología de la Minificción peruana. Lima: Micrópolis, 2012. 
Zavala, Lauro. La minificción en México. 50 textos breves. Bogotá: Universidad Pedagógica Nacional, 2002.
______ “Algunas hipótesis sobre el boom de la minificción en Hispanoamérica”. EnEntre el ojo y la letra. El relato hispanoamericano actual, C. Paldao y L. Pollastri, eds. NY: Academia Norteamericana de la Lengua Española, 2014.

En: Revista UniDiversidad Nº 21, Puebla, México, 2016.

Poemas de Nélida Cañas

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Aure Gómez



Contemplar, nombrar, comprender…

Nací en la plenitud de la llanura, al sur de la provincia de Córdoba. La llanura preparó mi espíritu en la contemplación. Fue mi templo. Mi lugar de observación señalado por el augur, como dice Denise Levertov. Ahí desarrollé esa capacidad para alcanzar un estado de meditación, que significa la posibilidad de mantener la mente en la contemplación. Lograr un estado de vigilia, de máxima atención para el descubrimiento. Porque aquella niña, sigilosa y callada que yo era, debe haber creído sin saberlo que dios habita en los detalles. Creo también que mis verdaderas lecturas comenzaron cuando no tenía libros y la trama del mundo que me rodeaba era un texto para ser leído. En los días de la infancia el mundo me hablaba de cosas que no entendía. Aún lo hace. El lenguaje de los seres y las cosas me era inasible. Intentaba, sin embargo, balbucir algo. Algo en la indigencia. Algo ante el silencio y la soledad. Intentaba arrancar las cosas de su mutismo. Acaso comprender.



*

Pérdida



llueve

la noche ha descendido

sobre el mundo

y

ha engullido

las formas de las cosas



los aromas

son nítidos

y

el poema se pierde

entre los bastidores

de la nada



*

Ausencia



una y otra vez

en el lugar

de lo improbable



el rostro triplicado

en los espejos



la ausencia de tu nombre.

*

Bosquejo



una mariposa pequeña

liviana y transparente

como un leve susurro

traído por el viento

ha caído en el patio



un leve pincel se desliza

por entre los intersticios

de la tarde que huye



*

En la sombra



en el cuarto

silencioso y oscuro

cerraba y abría los ojos

para ver las diminutas

partículas de oro

en el arroyo de luz

que brotaba

-brota todavía-

de la penumbra minuciosa



también yo flotaba

como otra párticula

oscura y doliente

al borde de mí.



(Poemas inéditos, 2016)



Nélida Cañas nació en la plenitud de la llanura de la provincia de Córdoba y vivió por 25 años en la provincia de Jujuy donde desarrolló su labor docente y publicó la mayor parte de su obra. Ha editado diez libros de poemas. Y en narrativa, cuentos, microrrelatos y una biografía fragmentaria, En la fragilidad de los días (2013).

Ha recibido premios nacionales e internacionales y algunos de sus poemas fueron traducidos al italiano en la antología Buena letra 2, edición bilingüe, Commiso Editore (2014) .

Integra numerosas antologías, entre ellas Poesía del Noroeste argentino, SXX (2004), El límite de la palabra (2007), Monoambientes (2008), El microrrelato en Jujuy (2012), El microrrelato en el NOA (2013). 
 
 

"El último vuelo del Microraptor", de Sergi G. Oset

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Perfeccionista

El taxidermista escuchaba, extasiado, a la Callas. Acomodado en su butaca del anfiteatro, soñaba despierto. Las cuerdas vocales de la diva, tratadas convenientemente, elevarían su trabajo a la categoría de Arte.



Mutis ejemplares

Cuando Saint-Exupéry subió a su bimotor con rumbo a Marsella y se perdió en las estrellas.



Distopía del financiamiento

Cuando, de pequeño, soñaba con viajar al centro de la Tierra, no podía imaginarse que tendría que hacerlo por autopistas estatales y pagando más peaje que los vecinos del resto de comunidades planetarias.



Deshacerse del yugo

A finales del siglo XXI, la inteligencia artificial en el ámbito doméstico estaba tan avanzada que empezó a irse de casa para independizarse.



Sensibilizado

—¡Lo has degollado! —le recrimina escandalizada al entrar por la puerta.

Contrariado, él no lo niega.

—Sí, pero he limpiado y luego lo he recogido todo.



Perturbador, como la caída (no tan silenciosa) de una pluma


Terminaba de firmar el relato al desconocido. Entonces me hizo saber que él también participaba en la antología. Me sentí obligado a devolverle la cortesía. Él se palpó la chaqueta con un gesto de disculpa. Le ofrecí mi pluma a regañadientes. El idiota, nada más empezar a escribir, apretó como si se tratara de un bolígrafo vulgar. Cuando oí el «crac», la vista se me nubló. No recuperé el juicio hasta verme en el calabozo, esposado y cubierto, de pies a cabeza, de tinta y sangre.

*

Sergi G. Oset (Barcelona, 1972) fundamenta su producción literaria (mayormente en su lengua vehicular, el catalán), en el microrrelato, el hiperbreve y la minificción, aunque también gusta del relato breve, el cuento infantil y la poesía.

A partir del año 2009 empieza a sumergirse de lleno en la escritura y a publicar sus primeros relatos en el blog de creación literaria «La meva perdició» y en la página de «Relats en Català». Desde entonces, algunos de sus textos han sido galardonados en distintos certámenes y premios y han aparecido en una treintena de libros conjuntos de relatos y de microrrelatos, en antologías poéticas, revistas y periódicos.

En el año 2012, publica sus dos primeras obras: Paràsits mentals, colección de microrrelatos, y Alfa y Omega, novela breve de temática zombi editada en catalán, castellano e inglés. El último vuelo del Microraptor, nueva colección de microrrelatos se publica en noviembre de 2015 con Editorial Nazarí. 
 
 
 

Ana María Shua: La herramienta feroz y otras breverías

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 La herramienta feroz

Desoyendo los consejos de sus compañeras, en sus tradicionales atuendos de mucama, enfermera o religiosa, Catalina insistió en la túnica muy larga y en la herramienta feroz. A pesar de que la sensatez preveía el rechazo, resultó ser una de las más solicitadas: muchos se complacen en jugar con ella sabiendo que nunca podrían tomar y dejar a voluntad a la auténtica mujer de la guadaña.

La que no está

Ninguna tiene tanto éxito como La Que No Está. Aunque todavía es joven, muchos años de práctica consciente la han perfeccionado en el sutilísimo arte de la ausencia. Los que preguntan por ella terminan por conformarse con otra cualquiera, a la que toman distraídos, tratando de imaginar que tienen entre sus brazos a la mejor, a la única, a La Que No Está.

 Profetas y cataclismos II

El quisiera ser temido y respetado, pero la gente sencilla lo trata con afecto. En esta zona de la ciudad hay tanta desgracia individual que las modestas tragedias colectivas se comparten sin pena. En su valijita de plástico un poco sucia, el profeta humilde lleva siempre con él dos o tres catástrofes menores. Un viento fuerte, capaz de levantar unos cuantos techos de chapas, ese terremoto pequeño y gastado del que está tan orgulloso, una epidemia de conjuntivitis viral.

 El que acecha

Mi espada hiende el aire. La herida se cuaja de goterones sangrientos. ¿He acertado por fin en el cuerpo del que acecha, enorme, del otro lado de la realidad? ¿Es la música de su muerte este vago rugido estertoroso, esta respiración gigante? ¿O es el aire mismo el que, partido en dos, agoniza?
Asoma por el tajo la hoja de otra duda, de otra espada.

 Creación V: Lo que ha hecho el niño

La madre está orgullosa. ¡Desde tan pequeño! ¡Y con los materiales de la caja de juguetes! Para cuando el padre vuelve del trabajo, lo ha colgado del techo en el cuarto principal, con los otros, y no se ve mal (considerando su edad) junto a los del padre y el abuelo. Como es lógico, a medida que se aleja uno del centro caliente del amor, la admiración por la obra del niño se atenúa. Los padres se felicitan entre ellos y se jactan ante los demás, a la familia le parece muy bien, los vecinos sonríen comprensivos: más allá, por supuesto, nadie se entera.
Pero han pasado ya muchos años, y a sus habitantes, Señor, nos sigue pareciendo un capricho infantil, tan elemental, tan precario, recuérdanos ahora que has crecido.

La ciudad soñada

Usted llega, por fin, a la ciudad soñada, pero la ciudad ya no está allí. En su lugar se eleva una cadena montañosa de indudables atractivos turísticos.
Pero usted no trajo su equipo de andinista, no tiene grampas, ni cables, ni vituallas, usted trajo una guía de restaurantes y un buen traje, y entradas para el teatro. La ciudad, por el momento, está del otro lado, y el guía le ofrece atravesar  la cordillera a lomo de mula. Y mientras avanza lentamente sintiendo que su columna vertebral, que sus riñones ya no están para esos trotes, usted percibe en la reverberación del aire que la ciudad está volviendo a formarse a sus espaldas, temblorosos y transparentes todavía los rascacielos, como medusas del aire.

 Equilibrista nato

A pesar de su evidente aptitud, el hijo del equilibrista se resiste al oficio que pretende imponerle su padre. En la gran ciudad, seducido por una muchacha del público, el adolescente huye con una familia de abogados.
Muchos años después, exitoso y agradecido, visita el circo para reconciliarse con su padre y para compartir con su familia la fortuna que ha logrado reunir haciendo equilibrio en el filo de la ley.

 2

Un grito entra por la ventana. Si lo dejo salir, volverá a molestarme. Rápidamente bajo las persianas y me entiendo con él. Le propongo sonar libremente en los horarios que prevé el reglamento. Él es frugal. Yo soy generosa. Sin embargo, la convivencia nos resulta imposible. A la larga, dormir toda la noche con un grito reprimido suele traer dolores de cabeza.

 13

Consulto textos hindúes y textos universitarios,  textos poéticos y textos medievales, textos pornográficos y textos encuadernados. Cotejo, elimino hojarasca, evito reiteraciones. Descubro, en total, 327 formas de combatir el insomnio. Imposible transmitirlas: su descripción es tan aburrida que nadie podría permanecer despierto más allá de la primera. (Esta es la forma 328.)

 171

Mi hija usa la misma palabra para llamar a los pies, a los pájaros y a los ombligos. Esto es un pie, hija mía, y no un pájaro, la corrijo con severidad, tomando entre mis manos uno de sus piececitos tibios, palpitantes, alados y cubiertos de plumas.

 La pequeña Lucía Zárate

En su edad adulta, la mexicana Lucía Zarate llegó a medir cincuenta centímetros. Pesaba dos kilos y medio y era perfectamente normal en cualquier otro aspecto. Fue la enana de circo mejor pagada de la historia. En 1880 ganaba nada menos que veinte dólares la hora. Murió una noche por congelamiento, cuando el tren en el que viajaba quedó varado en las Montañas Rocallosas.
Aquellos que van en peregrinación hasta el lugar de su deceso, la consideran una intercesora ante la divinidad. Instalada a los pies del Trono del Señor, sólo ella en toda la jerarquía de santos sería capaz de resolver los pequeños problemas que los demás desdeñan. Se ruega a la mínima Lucía para que nos libre de los callos, el mal aliento, las visitas inoportunas, la gente que habla en el cine, las manchas de comida en la ropa buena y la picazón por alergia de contacto.

*
Ana María Shua(Buenos Aires, 1951). Novelista, cuentista, ensayista, poeta, ha sido traducida a varios idiomas. Es considerada “La Reina de la Minificción” por la calidad y cantidad de su obra.
En el 2009 publicó “Cazadores de letras. Minificción reunida”, un libro de casi 900 páginas, donde se reúne su obra mínima, tomada de sus libros “La sueñera” (1984), “Casa de geishas” (1992), “Botánica del caos” (2000), “Temporada de fantasmas” (2004), “Fenómenos de circo” (2011).



***
Selección de los textos: Violeta Rojo.

Microrrelatos de Arnoldo Rosas

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Christine von Diepenbroek





EN ESTOS DÍAS


En estos días, al cruzar la calle, al encender un cigarro, al bebernos una merengada, al salir de la iglesia, al regreso del mercado, al terminar el café: ¡Hola, Muerte, cómo estás!



VENGANZA


A veces, mi mujer se orina en la cama. La humedad siempre me despierta en medio del mismo sueño: estoy ahogado a veinte metros de la paya. Alzo la cabeza desesperado, y, en la oscuridad, no distingo nada. Jadeo. Tiendo a levantar los brazos suplicando auxilio y, sólo entonces, distingo las velas que alumbran la estampa del Corazón de Jesús. Humillado, giro a mirar a mi mujer: sonríe, perdida Dios sabe dónde.

Salgo del dormitorio a fumar en el balcón. La noche no apaga mi furia. Estoy cansado de estos juegos. Despertarla ya no es venganza. Lloraría de pena un rato, cambiaría las sábanas, un beso de perdóname, el sueño y el olvido. Prefiero masturbarme y llenarle de semen la dormilona. No soy capaz de hacerlo. Me conformo con arrojar a la calle una de sus figuritas de porcelana.

Después de la cena descubrió la ausencia del adorno. Extrañada, ha recorrido la casa sopotocientas veces. Abre gavetas. Remueve las cosas de los clóset. Sacude las ropas. Se hala los cabellos. Es divertido oírle preguntar si lo he visto, si me acuerdo de él. Me lo describe. Conteniendo la risa, respondo que no, que nunca lo he visto.

Diariamente hago desaparecer algún objeto. He sacado incluso la mesa del comedor y el sofá de la sala. Siempre es gratificante verle la sorpresa en los ojos agigantados, en el apuro por ingerir el tranquilizante, en los nervios que le impiden encender el cigarro.

Estoy por marcharme. Mi venganza estará sellada cuando, algún día, uno de nuestros amigos más cercanos le diga, por esos extraños juegos de la memoria, que no, que siempre la ha conocido soltera, que yo nunca existí.



COMO EN EL FRÍO


La mujer abrazó al bebé y lo arropó con la sábana contra su pecho como si lo protegiera del frío y no de las balas que escupían las ametralladoras de los policías que vinieron a rescatarlos.



TAL COMO LA QUEREMOS

Toda buena fiesta, toda agradable reunión, termina en la cocina. Cinco remodelaciones, y una próxima en la mente de mi esposa, la mantiene a nuestro gusto: siempre perfectible.



DOMINGO EN PATINETA


La niña en patineta acompaña el trote del padre por el malecón. Habla del colegio; de los profesores que le gustan; de los compañeros de clases. El padre jadea por el ejercicio, pero anima a la niña a continuar la plática. Él llegará a casa, se bañará, y seguirá la rutina del domingo hasta el lunes por la mañana. Ella conservará este recuerdo por siempre o hasta que el Alzheimer los separe.



*

ARNOLDO ROSAS (Porlamar, Venezuela 1960), ha publicado los libros de relatos Para Enterrar al Puerto (1985), Olvídate del Tango (1992), La Muerte No Mata a Nadie (2003), Sembré los muertos (2013) y De amores y domicilios (2014); la novela corta Igual (1990) y las novelas Nombre de Mujer (2005), Uno se acostumbra (2011), Massaua (2012) y Un taxi hasta tus brazos (2015). 

Breve entrevista a Sergio Astorga

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Soy de México, de su ciudad, y gracias al tezontle -como primera piedra- en octubre del 57, el rojo comenzó a retumbar entre mis ojos y el cascabel se escucha por los cuatro puntos cardinales. Actualmente radico en Porto, Portugal.
Estudié Licenciatura en Comunicación Gráfica en la Escuela Nacional de Artes Plásticas UNAM (Antigua Academia de San Carlos). Impartí el taller de Dibujo durante doce años en la UNAM. Y estudié Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de México UNAM (no la terminé)
He publicado en suplementos culturales y en revistas tanto textos como dibujos. He publicado un libro de poemas llamado Temporal.
Gestiono el blog Antojos.


IM: Observamos con muchísimo entusiasmo -debemos reconocer que es esperanzador- que tienes vigente tu blog, Antojos, donde compartes tu obra literaria y las publicaciones que han hecho de tu obra. ¿A qué crees que se deba esa luz en medio de la niebla que se sienta en el abandono de los microrrelatistas por sus blogs?

SA: Mi blog Antojos, como bien señalas, vive diariamente, tan ala, tan sin callar. Me permite no tirarme a la vagancia, la línea del silencio es tan delgada que procuro no atravesarla y mantener la curiosidad de la expresión. Los Antojos son una disciplina creativa. En cuanto exista ese rigor, el Blog seguirá naciendo. Es un curioso fenómeno, todos lo ciclos lo son, la mayoría de los Blogs han cerrado sus ventanas, no sólo los que trabajan el texto breve o microrelato, tal vez porque han encontrado editar en papel, los unos, los otros, por un agotamiento natural, mantener la llama de la palabra viva, no es fácil. El acto creativo vacía, extenúa. Llenar el espacio puede demorar horas, días o años. Durante mucho tiempo dejé de escribir y hoy todo ese silencio acumulado quiere salir en palabras.

IM: Nos causa mucha curiosidad la diferencia cultural a la que te has abocado, porque entre México y Portugal deben existir puntos de vista radicalmente distintos. Sácanos de la duda y cuéntanos en qué se diferencia un microrrelato escrito en el D. F. y otro en Porto. 

SA: Vivir en Portugal, en la parte creativa, ha sido luminoso, me ha permitido distancia para escribir. Recordemos que nuestro español en su inicio viene del galaico-portugués y que muchas palabras quedaron intactas en el portugués de hoy y que cuando leemos a Gil Vicente o el Cantar del Mio Cid o el Libro del Buen Amor los ecos de esa lengua común siguen sonando. Claro que hay una idiosincrasia particular, un desarrollo histórico diferente que enriquece y contrasta como toda cultura que se confronta o se asimila.
En relación al microrrelato, sólo veo diferencias en cuanto a los pormenores, ritmos, gestos de una lengua, los antecedentes son prácticamente los mismos, la teoría de la mifro-ficçaõ portuguesa, se sustenta en los mismo principios teórico que conocemos. En la Revista Brevilla, comenzamos a publicar textos bilingües, de los escritores básicos en lengua portuguesa a partir del siglo xx, ya están Jose Negriros, Mario Cesariny y pronto Ana Hatherly y muchos autores jóvenes que cultivan el género y que son estupendo. Aquí en Portugal, la micro-ficção goza de estupenda salud. Poco a poco irán apareciendo en Brevilla.

IM: ¿Qué te causa más satisfacción? ¿Tener listo un texto, ser seleccionado en una antología o publicar un libro propio?

SA: La satisfacción primera y creo que la más valiosa, es cuando uno cree que el texto es digno de rasgar el silencio. Después, su publicación o no, depende de circunstancias fuera de tu alcance. Al menos en mi caso, como no tengo editor… Cuando uno se mira en una Antología o en un libro o en una exposición, lo que causa es perplejidad.

IM: La disposición, por lo menos en el papel, para escribir un microrrelato debe distar de lo que significa escribir una poesía. ¿Dirías, sin temor a lo que piensen los puristas, que son géneros complementarios o, por el contrario, su naturaleza solo coincide en la brevedad?

SA: El microrelato es palabra. Ritmo, sonoridad, cadencia, son indispensables. La brevedad puede narrar o puede excitar una imagen. En el texto debe existir un desenlace y el primero es sonoro. Contar diciendo o contar callando son parte de las múltiples maneras que tiene la expresión literaria. La ocurrencia no es literatura, la lucidez sí.

IM: Cuéntales a nuestros lectores qué es la revista Brevilla y cuáles son tus intenciones a corto, mediano y largo plazo con ella.

SA: La Revista Brevilla de Minificción, es una idea original de Lilian Elphick, y tiene su álter ego en Godzilla, por eso la imagen de un Godzillita. Godzilla es un dinosaurio mutante, que a veces es considerado un antihéroe. Interpretando a Lilian, tal vez aquí esta la intención íntima de la Brevilla, es la insubordinación, la rebeldía, a no dejarse encasillar a géneros y conceptos. Se puede leer su declaración de principio: La Revista Brevilla pretende compilar no sólo microrrelatos, sino otros géneros literarios, ya sean aforismos, haikús, prosa poética brevísima, verso breve, y expresiones visuales y de audio, como ilustraciones, comics, fotografía, podcasts, etc.
Lilian nos ha invitado a Patricia Nasello y a mí a este proyecto y a través del mundo de la internet se van proponiendo autores, en mi caso intento difundir a los autores portugueses que puedan ser de interés brevillo, ya tengo una larga lista que estoy traduciendo con gran lentitud y cautela. El largo plazo en una revista en donde el ánimo es el motor y el gusto por la literatura, es incierto y espero que tenga continuidad y muchos lectores.

IM: Sergio, has sido maestro de dibujo, pero más allá de la admiración que pueda representar a un amante por este arte, se da la generalidad de que pocas veces coinciden la literatura con la pintura. En tu caso, ¿cómo mezclas al uno con el otro?

SA: La literatura y el dibujo, esencialmente son cercanas y su lejanía sólo es escolar. Las herramientas cambian, pero son afines. Hay un lenguaje común. Desnudez, ritmo, sencillez, composición, son conceptos que sólo en sus resultados son diferentes. En mi caso, lo que no puedo expresar en palabras, lo expreso en formas. Claro, las diferencias son notorias, las palabras se oyen y los dibujos se ven, el reto creativo se encuentra en, con los recursos propios de cada una, lograr que los dibujos se escuchen y las palabras se miren. En ambos casos, en la literatura y en la pintura el verbo más importante que las sustenta es LEER. Si no hay lecturas, sólo reproduces patrones, nunca recreas que al final es lo que importa.

IM: ¿Qué te apasiona aparte de la literatura?

SA: Me entusiasma al grado de la pasión la comida, caminar y conversar, no importa que sea a solas y en secreto.

Un libro: Sigo fiel a uno de los primeros libros de la infancia: Antología Rota, de León Felipe.
Una película: Nazarín,de Luis Buñuel.
Una ciudad: Ciudad de México, lo que queda.
Una comida: Para comenzar un guacamole, arroz blanco con elote, un alambre mar y tierra, un arroz con leche de postre, y de beber una sangría natural. Claro, un café y un anís, para que amarre.
Un secreto: El que guardo en el bolsillo interno del chaleco.
Un amor platónico: Melibea.
Una frivolidad: esa procesión de luces que no me dicen nada.
Un deseo: subir el rostro de las cosas una tarde cualquiera.
Un odio: algunos nombres de carne y de hueso.
Un antojo: regar en octubre al verano que pasó.


Apoteosis de la ambigüedad: los aforismos de Felix Trull

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Por Antonio Reinoso Lamela

Siempre vacila el poeta ante la tarea ingente de dar voz al misterio hacia el que apunta el poema. Su objetivo es indeciso, vacilante, y camina entre la niebla, tan solo llevado por su leve intuición y por una voz, que, al par que lo guía, lo extravía del camino soñado al principio. Nunca arriba el poeta a puerto seguro. Él tan solo marcha sin rumbo cierto, y, al par que confía en la palabra, que es lo único que tiene, sabe que su objetivo es imposible, pues es infinita la distancia que tiene que cubrir y muy cortos sus pasos.

Este movimiento lineal del poeta hacia lo imposible en busca del significado total, mediante el símbolo lingüístico, siempre contingente y precario, se convierte en cambio en arabesco, en movimiento pendular o en un intento por cerrar el círculo del sentido en el aforismo. El aforista avanza, también sin conocer desde el principio su objetivo, por el estrecho sendero de unas pocas palabras por delante y por detrás; pero va lanzando dardos a cada paso, mas seguro de sus fuerzas, perdida la ingenuidad, trazando gestos autoafirmativos en el aire, comprobando a cada paso si ha dado en la diana. Sus objetivos, a diferencia del poeta, son siempre limitados, sabedor de la precariedad del medio que utiliza, pero va, al mismo tiempo, seguro, o aparentando estarlo, tratando de captar una porción limitada del sentido implícito en el lenguaje y en sus juegos consigo mismo.Pues, en efecto, las palabras juegan en el aforismo, se cargan de dobles, múltiples sentidos que van y vuelven entrelazándose, generando en su marcha nuevos significados. Es el poder del lenguaje tratando, al jugar consigo mismo, de capturar relaciones insospechadas entre las cosas. Pues el aforista sabe que todo está en relación con todo, que es imposible "que el aleteo de las alas de una mariposa no se sienta al otro lado del mundo", y quisiera inaugurar al modo del cálculo inventado por Leibniz un nuevo lenguaje en el que por la mera combinación de sus elementos constitutivos se pudiera dar cuenta de la estructura de lo real, en un isomorfismo mundo-lenguaje que en el fondo esconde una consideración optimista de la fecundidad de esa relación.
 
Veamos con un ejemplo sacado de este mismo libro algunos de los elementos constitutivos de un buen aforismo:

“Desde que dejé de buscar lo nuevo por doquier, ya no encuentro lo viejo por todos lados”.

-Un elemento sorpresa ineludible que sirve como detonante, o como caja de sorpresa, que al abrirse de pronto libera ante nuestras narices la polisemia implícita como un explosivo lingüístico.

-Un movimiento pendular o de vaivén, o quizá mejor, una elipse que, partiendo de la periferia tratara de encontrar su centro, sin conseguirlo. Por eso en los buenos aforismos queda algo como reverberando, como un eco que queda en nuestros oídos. 

-Un elemento "de fondo", especie de tercera dimensión del aforismo, que no se da en todos ellos, y que es lo que evita que caiga en el puro ingenio o el puro juego del lenguaje.

En mi opinión, los mejores aforismos son los que no renuncian a acercarse a la paradójica condición del ser humano, sabedores de que existe una esencial analogía entre la ambigüedad que utiliza en su lenguaje y la propia de la condición del hombre.

Metas volantes, el libro de Felix Trull abunda en ejemplos de aforismos de este tipo, que, aparte de exhibir el fecundo ingenio y la brillantez lingüística de prácticamente todos ellos, no eximen al lector de la ardua tarea de extraer de la ambigüedad del género el máximo número de significados posibles, incluidos los de carácter más propiamente moral o"filosófico".

Encomendamos, pues, al lector, esa exigente tarea intelectual, en la confianza de que no ha de quedar defraudado, habida cuenta de la maestría y la pericia del autor; a la vez que deseamos saboreen en  estas "delicatessen" lingüísticas toda la intensidad y riqueza de matices que pretenden y en muchos casos consiguen apresar en su brevedad variable, cual pasteles milhojas que se abren en sus múltiples capas, aspirando a un solo, armonioso, sabor.

Ser mejor que los malos no nos convierte necesariamente en buenos.

*

Cualquier reforma educativa fracasará mientras prefiera preocuparse por lo que se le quiere enseñar a los niños, en lugar de indagar por lo que ellos están dispuestos a aprender.

*

La simplicidad es la complejidad aceptada.

*

Resérvale a la imaginación una parte muy amplia de tu vida. De lo contrario, la realidad se vengará por ella.

*

Si no existiesen los otros, no existiríamos nosotros; sin el reflejo que nos brindan de nuestro propio ser, ni siquiera sabríamos si estamos vivos o ya hemos muerto. Eso les confiere una infinita superioridad: les hace imprescindibles. ¡Qué trágica paradoja! Somos seres sociales incluso para aislarnos... gregarios hasta para ser únicos.

*

A diferencia del escepticismo, que se cansa de todo enseguida, la ingenuidad es insaciable. Ya sólo por eso, vale la pena defenderla a toda costa.

*

Ningún tiempo pasado en realidad ha pasado.

*

La emoción obedece a una razón que ni ella misma imagina.


*

Toda la ridiculez, la estúpida incongruencia del mundo en que vivimos, se plasma en la carita de perplejidad de un niño cuando compara la redondeada caligrafía que le obliga a trazar en el cuaderno su maestro, con los garabatos ininteligibles de la receta que le extiende el pediatra a sus papás.


Felix Trull, Metas volantes. Libros al Albur, Sevilla, 2015.



IX Congreso Internacional de Minificción (Neuquén, Argentina)

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PRIMERA CIRCULAR

Entre los días 26 y 28 de julio de 2016 se efectuará en nuestra Universidad Nacional del Comahue (Patagonia – Argentina) el IX Congreso Internacional de Minificción, organizado por el Centro Patagónico de Estudios Latinoamericanos, el proyecto de investigación "Espacio, palabra y escritura en la literatura actual del sur de Chile y Argentina" (04/H157) y la Cátedra Libre de Literatura Patagónica "David Lagmanovich" de la Facultad de Humanidades, Universidad Nacional del Comahue.

El interés que la minificción ha suscitado entre escritores y críticos literarios, especialmente en Hispanoamérica, llevó a que se realizara, en 1998, de la mano de Lauro Zavala, el Primer Coloquio Internacional sobre Minificción, que tuvo lugar en la Ciudad de México los días 17 y 18 de agosto de 1998. La labor se continuó de la mano de Francisca Noguerol (Universidad de Salamanca, España, 2002), Juan Armando Epple (Universidad de Playa Ancha, Valparaíso, Chile, 2004), Irene Andrés-Suárez (Universidad de Neuchâtel, Suiza, 2006), Laura Pollastri (Universidad Nacional del Comahue, Neuquén, Argentina, 2008), Henry González Martínez (Universidad Pedagógica de Bogotá, Colombia, 2010), Fernando Valls y Ottmar Ette, (Universidad Von Humboldt Berlín, Alemania, 2012); Ana Rueda (Universidad de Kentucky, USA, 2014). En el último encuentro, en Estados Unidos, la comunidad académica, crítica y creadora de la minificción accedió con beneplácito a tomar como próxima sede del IX Congreso Internacional de Minificción a la ciudad de Neuquén, Patagonia, Argentina; circunstancia apoyada por las autoridades de la Facultad de Humanidades y el Departamento de Letras de la Universidad Nacional del Comahue.

El objetivo de todos estos encuentros, al que se suma el IX Congreso, es reunir a escritores de minificción, críticos literarios y académicos que se especializan en el género a fin de establecer un estado de la cuestión e impulsar nuevas perspectivas en este campo. El tema general será: “La minificción hoy: balances y perspectivas”. Los núcleos temáticos previstos, además del general del congreso, son: 1. minificción y visualidad: soportes, formatos y plataformas; 2. la minificción en español y en otras lenguas; 3. operatividad de la minificción en otras disciplinas; 4. minificción y educación; 5. minificción e identidad. Los abstracts y las fichas de inscripción deberán ser enviados por mail hasta el 16 de mayo de 2016. Se prevé la lectura de minificciones por parte de creadores. Los mismos deberán llenar la ficha correspondiente, inscribirse y enviar una selección de 5 microrrelatos para su aprobación.

Se prevén conferencias plenarias a cargo de invitados especiales, mesas redondas tanto de críticos como de creadores, lecturas de textos creativos, presentación de ponencias y debates.



Organización:

Centro Patagónico de Estudios Latinoamericanos, Dra. Laura Pollastri, Facultad de Humanidades, Universidad Nacional del Comahue, Neuquén, Patagonia, Argentina.

Dirección: Centro Patagónico de Estudios Latinoamericanos, Buenos Aires 1400 (Campus Universitario, Aulas de Rectorado, Primer Piso) 8300, Neuquén, Argentina.

TEL: 54-299-4490300 (int. 432)

E-mail: novenocongresominificcion@fahu.uncoma.edu.ar



Los aranceles previstos son:



Expositores: $ AR 500 (U$A 30)

Asistentes: $ AR 250 (U$A 15)

Escritores lectores: $ AR 150 (U$A 10)



A la brevedad, recibirán información de carácter general sobre el Congreso; les rogamos comunicar su voluntad de asistir.



Atte.,



La Comisión Organizadora del IX Congreso Internacional de Minificción



* * *

Condiciones para los escritores interesados en leer su trabajo


Los ESCRITORES que tengan interés en leer una muestra de su producción en las mesas de lectura programadas a ese efecto, deberán tener en cuenta las siguientes indicaciones:

a. El número de mesas y el tiempo disponibles son limitados por lo que todo escritor de minificción que desee hacer conocer su actividad como tal deberá declararlo antes de la fecha que inmediatamente se indica. Como parte de su declaración enviará una ficha personal o su currículum vitae resumido (450 palabras), juntamente con una selección de sus microrrelatos (mínimo de 5 textos y máximo de 10), antes del 16 de mayo de 2016.

b. Los antecedentes y la obra presentada de cada escritor serán considerados por una comisión especial de lectura. Tanto los autores de textos aceptados como los de aquellos que no hayan entrado en la selección podrán, previa inscripción, asistir a las demás actividades del Congreso (conferencias plenarias, lectura de ponencias, actividades sociales, etc.).

c. Cada participante cuyos textos hayan sido aprobados para su presentación pública deberá ajustarse estrictamente a la lectura de los mismos.

d. El Congreso pone a disposición de todos los participantes la Librería de Minificción, en la que podrán depositar ejemplares de sus libros para la venta. En tal caso, deben enviarnos con anticipación títulos, cantidad y precios de sus ejemplares a fin de facilitarnos la organización de esta actividad. 
 
 
 

"Lola la parvularia", por Javier Perucho

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"Lolita", film de Stanley Kubrick

Lo en el jardín

En las mañanas de cada domingo, tendías un cobertor sobre el césped, deshacías sus arrugas como si plancharas un mantel o tu blusa, luego desanudabas los tirantes para despojarte del vestido y tenderte bajo el sol del mediodía tal cual yo te conocía: blanca del mentón hasta el dedo meñique de tu pie izquierdo. Negras nubes en el pubis, girones más negros en la frente y un cúmulo oscuro y desordenado flotando sobre tu cabeza, coronada por diminutas flores arrancadas del jardín, injertadas por mí mientras te contemplaba, alelado por tu osadía: posar sin corpiño ni braga ante el sol resplandeciente y la mirada azorada de los niños del vecindario que transitaban en sus bicicletas. Si la baranda no te encubría de los fisgones, menos yo podría hacerlo de las miradas de esos mozalbetes, la histeria de sus madres y el ánimo lascivo de los padres que se asomaban al jardín para arrobarse con el nido de aves que resguardabas entre las piernas.


Solicitud

Don Humbert, ¿se lo mamo como chupón? ¡No, mejor como pirulí!
—Ándele pues, Dolores.

Pilosías

¿Por qué sólo bajo la regadera me rasura el pubis, don Humbert? En el jardín justo al mediodía, ¿no podría?


Cabezal

¿Así se llama? ¿Prepucio? Un gusano cara de niño.


Matutina

La chiva expiatoria me solicita su ordeña.



Solitaria

No sé cuándo lo aprendí ni quién me lo enseñó. Ya que don Humbert no me llenaba durante las noches ni con sus turgencias matutinas. Cuando entraba a la ducha y su cálida llovizna caía sobre mi cuerpo, mis manos tentaleaban la grieta de mis piernas hasta que sonreía, hasta que reía, hasta la carcajada profunda de una dicha sin sosiego. Luego enjabonaba el cabello. Con una esponja me esmeraba en mis piernas, brazos, axilas, rostro y manos. Cuando salía, Humbert me preguntaba, Qué tanto hacías ahí dentro, se oía mucho ruido. Nada, le respondía. Y seguía mi camino hacia la recámara para escarmenar y secar ese torbellino que sobrevolaba mi cabeza —así le decía don HH—. Pero antes de vestirme, clausurada la puerta con el cerrojo, el cordial de nuevo husmeaba entre mis labios vaginales, pero sin llegar hasta la carcajada.


Dolores

¿Lola? ¡Lola! ¡¡¡Looo-laaaa!!! Gritaba su madre por el corredor, pero no le respondía, pues ya se atragantaba con el pene de Humbert Humbert.


Prostática

Míster Humbert, ¿por qué su mástil ya no se eriza?


Lugosismos

En luna roja no beba de la fuente, Humbert, ¡¿cuántas veces se lo he pedido?! Qué gusto ése de amamantarse con mi sangre menstrual.


Relevos gringos

Lolita encontró en su alcoba a los amantes. Él era amigo de Humbert. Ella, amiga suya, a quien corrió de la casa a empellones para yacer con el amigo de HH.


Súbditos del miembro

A Lolita lo que es de Humbert; a Humbert, el coño de Lolita.


Novelerías
Cuando Lolita envejeció, se convirtió en la protagonista de una novela sobre nínfulas.


Apunte
Sólo quería que me desearan, anotó Lolita en la única entrada que estampó en su diario.


Duda

Cuando encontró un mechón de canas sobre la almohada, un relámpago agrietó su corazón, ¿y si Lolita me engaña? Si yo siempre le he sido fiel, ¿se atrevería a yacer con otro?


Rojo sangre

¡Te dije que durante los plenilunios de la menstruación no bebas de esa fuente! ¡Cochino!


Silvestre

Cuando se sentaba a la mesa, Lolita botaba el cuchillo, arrojaba el tenedor y la servilleta por la ventana, luego bebía a borbotones de la jarra, antes de atacar el pollo a dentelladas.

Lolita la parvularia

¿Qué quieres hacer el 69 conmigo? ¿No te platicó mi madre en una de esas noches calurosas del verano en que suspirabas, imaginabas y deseabas mi cuerpo mientras la poseías en su alcoba, que nomás cursé hasta el tercer grado en una escuela pública donde apenas aprendí a contar —a costa de azotes en el trasero, aullidos de la profesora y bofetadas maternas— hasta el número cincuenta? ¡So borrico!


La friega

Barrer los pisos, sacudir el polvo de cada mueble, lavar el trasterío mugriento del desayuno, preparar la comida del señor Doble H, soportar su cháchara de profesor durante la sobremesa, ¿qué vida es la mía al lado suyo? Cuando me prometió aventuras, romance, éxtasis nocturnos y servidumbre a mis órdenes. Nada de eso me da, apenas me obsequia contados minutos de sexo en los que trabaja sólo sus venidas, no las mías. ¿Por qué sigo aquí de su fámula?


De la vida conyugal

Ya no hay caricias, sólo me penetra, tiembla y gime. Sin mediar las buenas noches, una caricia o un beso para el buen dormir, se acurruca bajo el cobertor, instantes después se queda dormido, luego ronca. Éste es el justo momento que aprovecho para ponerme el camisón. Ya vestida de seda, toco la ventana del vecino. Mientras llega lo espero con las piernas abiertas sobre el sillón del cuarto de estar, pero no dejo que me penetre hasta que no me haya humedecido con su lengua, dedos y hartos besos esa boca vertical que me regala otras sonrisas en la noche, a veces carcajadas, en otras llanto. 

Pioneros

Yo le pedía variaciones, le insistía cada noche con sus días, pero él era muy testarudo. Nada más se complacía con la grieta que mi pubis oscurece. Por eso busqué nuevos exploradores para que sofocaran los incendios que estallaban en mis grutas, planicies, laderas y colinas.

Imperio del deseo

Después de que me rebozaba la vulva con su semen, le preguntaba al vecino, Con quién duermes, corazón, pero al instante mi dedo fulminaba su boca para responder por él: Dime con quién sueñas y te diré a quién deseas.

Doméstica

Yo esperaba que el pescado chapoteara en el aceite cuando lo arrojaba a la sartén para freírlo. Quería servirle a míster Humbert un guiso sazonado, intenso de sabor y cocido al dente, pero el animal ya no se agitaba.

Sésama

Lola, ábrete, quiero penetrarte.

Lacaya

Él me enseñó a hacer reverencias a su falo y a besarle el glande con el culo destapado.

Retrato

Con que esto escribes de mí, zoquete: “…era una sirena en las aguas verdosas de la tina…” ¡Vete al diablo, Humbert! Jamás creí que fueras un gran escritor, pero al menos descríbeme con la simple realidad de mi cuerpo desnudo en el lecho, que es la única estancia doméstica donde me has recorrido. Nunca en la cocina, ni en el baño, mucho menos han resonado tus pujidos en el jardín cuando me embates para sobrellevar tu monotonía. Únicamente sobre la cama te has aplicado para poseerme. ¿Sirena? Abrase visto semejante pelmazo.

Genitálica

¿Ay, Humbert, por qué cada vez que hablas los genitales se asoman en tus palabras?

Poeta y vago

Si de verdad yo fuera su musa, le pediría que me lavara los pies luego de cada friega doméstica. No le permitiría nunca quedarse ahí sentado trabando palabras que nadie usa. Sus amigos lo llaman poeta, para mí sólo se regodea en los ocios del vago.


Consulta

En uno de sus libros leí mientras le buscaba un lugar en el librero para acomodarlo: “También los tipos mediocres crean a veces grandes obras.” Desde entonces me lo pregunto por las noches y las mañanas en que sales a vagabundear. ¿Quién sabrá? ¿A quién podré preguntarle si en tu caso podrás crear esas obras? ¿Te ajustarás al tipo mediocre?


Parvulismo

Eres como un niño, poeta. Cuando te sientas a la mesa tus pies se balancean porque no se asientan en el piso. Y cuando sales a cazar tus mariposas, te comportas como un infante liberto en el jardín. Y cuando te sorprendo bocetando eso que llamas escribir de reversa, se nota más en tu semblante el alegre fantasma de tu infancia.
De tu cuaderno, copio este palíndromo: “A tu paso rosa puta.” La típica escritura de un infante que aprende la lección.


Reclamo

Le falta brutalidad, don Humbert. Azóteme, gríteme, regañe a su querida —eso soy para usted, ¿verdad?—. Enciérreme bajo llave, pero no me hable con esos melifluos pétalos de voz que no meten a la compostura, ni espantan, ni callan cuando lo ordenan.


Infidencias de Humbert Humbert


Retozaba con Lolita sólo cuando su ciclo circadiano se anunciaba por los cólicos, justo en ese instante olía su cuenca, oteaba sus enaguas y, si mostraban rastros de sangre, me disponía a sorberla por la noche. Mentira que gozara de ella. Conmigo no conoció hombre. Únicamente me importaba su ninfulidad y la sangre virginal que escurría de su vértice, por eso nunca la penetré, ni la poseí por otros frentes. Sangre, virgen y nínfula: una promesa triplicada de vida: la mía. Nada más buscaba su sangre menstrual, que bebía directamente de su fuente, labios embrocados en otros labios. A ella no le gustaba —eso decía, la muy ladina, pero sus pupilas se iluminaban con lujuria gatuna a cada lengüetazo—, mas yo me afanaba hasta que dejaba de arañarme o empujarme o gritarme maldiciones con esa voz de carretonero ebrio para que no sorbiera más de su manantial. Al resistirse felinamente a que le chupara el líquido de su musgo, se intensificaban sus gemidos, espasmos y desmayos. Cuando terminaba su periodo —días de luna, así los llamaba Lolita—, ya en nuestro lecho le daba la espalda a esa mugrienta infanta pedorra. Yo lo único que quería era mantenerme sabio, joven y blanco sorbiendo sus fluidos. Nada más.

*
Javier Perucho, “Lola la parvularia”, en Enjambre de historias, México, UNAM-Naveluz, 2015, pp.


Javier Perucho

Doctor en Letras por la UNAM, Javier Perucho es editor, ensayista e historiador literario de dos géneros menores, una causa perdida y los escritores extravagantes. Sobre los géneros menores, escribió Dinosaurios de papel. El cuento brevísimo en México (UNAM, 2009), Yo no canto, Ulises, cuento. La sirena en el microrrelato mexicano (Fósforo, 2008) y El cuento jíbaro. Antología del microrrelato mexicano (Ficticia, 2006). En “Escrituras privadas, lecturas públicas. El aforismo en México, historia y antología” dará noticia del aforismo, el otro género menor. De la causa perdida han aparecido Los hijos del desastre (Verdehalago, 2000), Hijos de la patria perdida. Pachucos, chicanos e inmigrantes en la narrativa mexicana del siglo XX (CNCA-INBA, 2001, Premio Nacional de Ensayo Literario José Revueltas) y Estéticas de los confines (Verdehalago, 2003); el “Diccionario de escritores chicanos y mexicanos en Estados Unidos, siglos XIX y XX”es una investigación en ciernes. La apología de los escritores raros la inició con el libro inédito “Pedro F. Miret, un raro del otro siglo”, antecedente de su teoría de los raros. Como narrador, prepara el libro Anatomía de una ilusión.
En el Miretario da cuenta de novedades editoriales, cuelga reseñas, celebra efemérides y participa de las noticias culturales, además de ser el recipiente natural de su varia invención; en su columna El Brazo y la Espalda ausculta la historia cultural de los mexicanos de la diáspora, apostilla los acervos literarios de los chicanos y explora las visiones de los “indocumentados” que se desprenden del imaginario cinematográfico europeo, estadounidense y mexicano.




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